Gael forma parte de una industria boyante: el tráfico de vapeadores. Los Marcopolos cobran 10 mil, 50 mil y hasta 100 mil al mes por derecho de piso
Es día de cobranza en Tepito y Gael pasa la mañana asegurándose que todo esté listo para cumplir con su trabajo: el tanque lleno de gasolina en su motocicleta, la batería al 100 por ciento de su teléfono, suficientes hojas en blanco en su libreta y, lo más importante, un cartucho con seis de 10 tiros perfectamente limpio para su Beretta 9 milímetros.
Después de cumplir con ese ritual, y de alimentar a sus santos con semillas de girasol para que “todos le paguen y nadie le pegue”, Gael repasa en un mapa de su móvil la ruta que recorrerá para cobrar “derecho de piso”: este trayecto arranca en el parque Ramón Velarde y sigue por las calles Jarciería, Caridad, Florida, Díaz de León y Eje 1. Un polígono corto, pero matón en el Barrio Bravio. Su objetivo son 14 lugares que venden vapeadores traídos ilegalmente desde Asia por el crimen organizado. Él no lo sabe, pero su trabajo está a discusión.
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