Desde La sociología Columna por Luis Pérez Cruz
El próximo 26 de marzo es un aniversario luctuoso del Benemérito de Tlaxcala, ello es un buen pretexto para recordarlo, ya que su trayectoria política puede servirnos de ejemplo en estos tiempos, donde se nos ha hecho creer que la política es un asunto de las elites y no de todos los ciudadanos, la idea de la política, en nuestro tiempo, se ha reducido a acciones de corrupción, fraude y nepotismo. En esta ocasión, resaltaremos algunos aspectos de su vida como ser humano.
Miguel Lira y Ortega deja la gubernatura de Tlaxcala a principios de 1881, a partir de ese momento tuvo que enfrentar a sus adversarios políticos que lo consideraban su enemigo, por ello fue necesario trasladar su domicilio a la ciudad de Puebla, viviendo su último año en la pobreza, se dedicaba a la publicación La paloma azul, en la imprenta de Miguel Corona, donde, según Joaquín Díaz, pasaba horas colocando letras, ajustando al componedor, entre otras cosas. Él mismo doblaba la revista y la vendía a centavo cada ejemplar, actividad que realizaba por las calles de Puebla.
El escaso producto de las ventas del folleto se las entregaba a su esposa, doña Joaquina Herrerías de Lira y Ortega, quien con sus hijas y de manera complementaria, atendía un pequeño comercio en lo que hoy es la calle 5 oriente.
El Benemérito de Tlaxcala fue tres veces gobernador, lo que supone la estructuración de un pensamiento y un actuar político sustentados en la su forma de gobernar y los elementos que constituyeron las directrices de su pensamiento, las cuales abordaremos enseguida.
La honradez constituyó un elemento sustancial en su quehacer como gobernador, ya que la situación de Tlaxcala así lo apremiaba, ello porque uno de los puntos fundamentales fue contar con los elementos hacendarios indispensables para funcionar como estado.
No obstante las complicaciones políticas en el país y la disyuntiva en la que se encontró Lira cuando se enfrentaron Benito Juárez y Porfirio Díaz, su convicción como gobernador, entre 1867 y 1872, fue inquebrantable, llegando al extremo de pedirle a su esposa le ayudara a desgranar maíz para solventar los gastos de su gobierno, además de empeñar la medalla que le otorgó el gobierno de Juárez por su heroica entrega durante la guerra contra los franceses, todo ello con el fin de enfrentar los gastos de su gobierno.
No cabe duda que Miguel Lira y Ortega actuó con honradez porque formó parte de una generación que asumió, desde temprana edad, la defensa de la independencia del país como un compromiso ético, como una misión que le fue heredada y como el fin último de una raza que estaba en ciernes, que tenía en sus manos el futuro de la nación: el mestizo.
Lira y Ortega, como ya lo señalamos, fue tres veces gobernador, en los momentos más difíciles para Tlaxcala y para el país, entre 1865 y 1881, tuvo que hacerse cargo del gobierno en plena intervención francesa, después durante la restauración de la República hace frente a la disputa entre liberales; con la muerte de Juárez toma partido por Porfirio Díaz y hace frente a Sebastián Lerdo de Tejada; finalmente, Díaz se aleja de los ideales del liberalismo y le recrimina no cumplir con las promesas y con el Plan de Tuxtepec, asediado por los porfiristas tlaxcaltecas, de tendencia abiertamente moderada, Prospero Cahuantzi y Mariano Grajales.
No cabe duda que el pensamiento de Lira se define como liberal, ello se traduce en la defensa de la libertad integral del individuo que vive en sociedad, de una colectividad a la que se debe y por la cual precisa encauzar todos sus esfuerzos.
Esos esfuerzos requieren sustentarse en una ética, que tiene pilares esenciales, no como condición, sino como mecanismo que guiará su actuar político, una ética como una serie de elementos que constituyan virtudes y que mantenga el interés por bien general.