En think tank de ONU, Ana y Flavia dan batalla por México

Kanagawa, Japón.- Ana y Flavia sacan la casta entre los estudiantes de todo el mundo en la Universidad de la Organización de la Naciones Unidas (ONU) con apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), están por concluir su maestría, la primera en Sustentabilidad con especialidad en Biodiversidad, la segunda en Ciencias de la Sustentabilidad, Desarrollo y Paz. Ellas son parte de dos generaciones distintas de mexicanos pero con inquietudes similares.

Ellas son las que sacan la casta por México entre los estudiantes del mundo que recibe anualmente la Universidad japonesa, organización académica internacional con siete centros y programas de investigación y de formación alrededor del mundo, cuya sede se ubica en Tokio, capital del país asiático.

Ana y Flavia son las dos mexicanas que cursan una maestría y están por concluirlas, la primera en Sustentabilidad con especialidad en Biodiversidad, la segunda en Ciencias de la Sustentabilidad, Desarrollo y Paz.

Las paisanas son parte de dos generaciones distintas de mexicanos pero con inquietudes similares, no sólo sobre el futuro del país, sus problemas y sus fortalezas, sino de formarse académicamente un lugar en donde confluyen todo tipo de expresiones y pensamientos, además de experimentar el shock cultural de sobrevivir en un ambiente y cultura diferentes.

Verlas juntas es tener la expresión de los mexicanos al alcance. Su manera de expresarse, sus bromas, sus recuerdos se dirigen a su lugar de origen de manera constante, sin pasar por alto las anécdotas de sus experiencias en otros países que han visitado.

Es una entrevista complicada para esta reportera que va por su quinto mes en Japón y puede decir que ha logrado sobrevivir y disfruta de la vida en el país del sol naciente, pero que por primera vez se siente como en casa e identificada con los problemas que describen para adaptarse en este país.

La tarde de este domingo la sensación es completamente diferente, el encuentro con dos compatriotas me hace sentir relajada y acompañada en un país que se destaca por su amabilidad hacia los extranjeros, pero en el cual la calidez es algo que se maneja en un sentido distinto al mexicano.

Flavia alude precisamente a eso. La gente en Japón no puede desinhibirse tan fácil como los mexicanos que hablan en voz alta, se saludan con un abrazo y un beso en la mejilla o alguna otra expresión que muestra su afecto y confianza.

- “Lo intentan, son amables, una señora que conozco siempre que me ve y sabe que soy mexicana siempre me da un abrazo, piensa que necesita tener otro contacto conmigo, pero se pone tiesa cuando me pasa los brazos, es raro eso”, comparte Flavia.

Mucho o poco y de distintas maneras, pero buscan un poco de su México.

Los caminos son variados e inician este día con una cita para comer en casa de Flavia, por lo que se busca un menú “a la mexicana”.

Desde que buscan un Kaldi (donde se pueden encontrar productos de distintos países), hasta que dependen del cariño de sus familiares quienes les mandan algunos ingredientes, al final el menú se compone sobre todo de arroz al estilo mexicano, chilaquiles con crema y queso gratinado y rebanadas de sandía y naranjas, además de café componen el menú que compartimos mientras iniciamos la plática.

Flavia deja ver su gusto por la cocina y prepara guisos que aprendió también durante su estancia en España.

A mi lado Sanjana, una chica de la India, se aventura a probar los guisos con toque mexicano, de la misma manera en que se ha aventurado a la experiencia intercultural de convivir con Flavia en un departamento que han logrado rentar juntas y que se ofrece como mejor opción a las casas compartidas que muchas veces utilizan los estudiantes.

En medio de diálogos en inglés y en español, Flavia habla de su amor a la cocina expresada en una película extranjera cuyo tráiler nos muestra, ahí sale a relucir de manera inevitable la película mexicana “Como agua para chocolate”.

Este concepto tan familiar no tiene coherencia para Sanjana, por lo que Ana y Flavia se lo exponen sin faltar la reseña del libro de Laura Esquivel.

Después, la entrevista formal empieza sólo con Ana Karen, ya que Flavia se encuentra en una llamada por Skype que la acerca con una persona de la que de momento está separada, pero que ¡oh tecnología!, puede ahora, incluso escuchar nuestra plática y una que otra opinión de nuestra parte.

Ana nació en Guerrero pero ha vivido por muchos años en el Distrito Federal. Su espíritu de traspasar fronteras se expresó desde la adolescencia, cuando buscó ir a Estados Unidos para estudiar inglés.

Tuvo la opción de estudiar el último año de preparatoria allá y en ese año logró una gran ventaja: dominar el idioma inglés.

En ese camino estudió la licenciatura en Relaciones Internacionales por la Universidad Iberoamericana (Ibero), tras graduarse trabajó en el sector público y privado, después se incorporó a una compañía constructora donde se encarga del área de desarrollo social y ambiental.

Ahí empezó la aventura que hoy continúa esta joven de 25 años.

UNA AVENTURA EN EL MUNDO

-El asunto de estudiar la maestría se dio por el impulso de mi jefa, fue como un apoyo al género, sólo hay tres mujeres directoras en la empresa una de ellas es la mía y me apoyó para estudiar una maestría.

Ella misma señala que es afortunada, al término de su maestría regresará a ocupar su lugar en la empresa con el compromiso de estar por lo menos dos años, los mismos que utilizó en sus estudios.

Su decisión de estudiar la maestría en el extranjero y sobre todo Japón por encima de otras universidades de Europa, fue al cambio radical que podría tener en una cultura tan distinta, como la asiática y tener una visión sobre lo que se hace del otro lado del mundo en su especialización: biodiversidad.

-“En el extranjero porque te da una visión diferente de lo que se está haciendo para conservarla, lo interesante es ver cómo complementar lo que ya hacemos en México con otros modelos que se están creando en el mundo.

La Universidad de las Naciones Unidas con sede en Shibuya, Tokio, era la oportunidad perfecta.

-Por eso escogí ONU porque es el “Think Tank” de Naciones Unidas, entonces es la plataforma ideal para ver las propuestas más vanguardistas sobre lo que se está proponiendo y hacia dónde van a ir las políticas.

La sede de la Universidad de las Naciones se encuentra en Tokio y a través de sus programas de estudio busca la formación de investigadores y profesionales que puedan ofrecer alternativas para la solución a problemas mundiales y a cumplir los objetivos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), como la paz y el progreso de los pueblos, según se describe en su página de internet.

Entre sus instalaciones es posible encontrar a gente de todo el mundo, conforme a otro de los objetivos de la UNU: Propiciar el encuentro entre investigadores y evitar el aislamiento de aquellos que trabajan en países de desarrollo.

Tras casi dos años en Japón, Ana señala que más allá de los cambios habituales de alguien que vive en una cultura diferente y de forma independiente.

- Creo que lo más importante para mí ha sido encontrar y probar mis límites, hasta dónde me atrevo a llegar, qué cosas me atrevo a hacer y cuáles no me interesan. En todos los aspectos personal y profesional. Estar en el extranjero me ha servido para eso, para identificar mis prioridades y saber a cuáles sí quiero dedicarles mi energía y tiempo.

Cuando Flavia se incorpora a la conversación, el intercambio de experiencias se vuelve fluido y por momentos se alcanza cierto nivel de crítica sin dejar de lado un intento sociológico de tratar de entender a la sociedad nipona.

Se habla de todo, de las barreras del lenguaje, de la riqueza de Japón y de México, de los sentimientos de soledad que se viven, de las enseñanzas, las experiencias, el modelo económico y los planes para el futuro.

Cuando Flavia piensa en las experiencias y enseñanzas que le ha dejado su vida en Japón nos comparte su imagen cuando llegó a un país cargada con maletas para dos años de su vida en un lugar donde las personas no viajan con ellas en transporte público, usualmente el tren, sino que las envían por correo a los lugares de destino.

“Yo vi una escalera larga, larga, larga y no tenía idea de cómo subirla”.

En ese momento Flavia se encontró con la amabilidad que caracteriza a los japoneses.

Unas chicas de escuela agarraron las maletas de lado y otro y así la subimos.

YOKOSO, HOSPITALIDAD EN JAPÓN

Sí, la amabilidad de su gente se destaca en cuanto pisas el territorio.

Sin hablar el idioma, el acceso permanente a la tecnología les permite buscar opciones de comunicarse contigo y responder tu duda, ubicarte en el mapa o en algunos casos llevarte personalmente al lugar que buscas.

Si las señas no funcionan, un rápido tecleo en sus modernos teléfonos les permite traducir la frase que desean decirte al inglés, idioma mucho más cercano para alguien que busca información.

Su actitud hacía el extranjero, me lo explicaba una amiga, es porque los japoneses no guardan una memoria de odios hacía otros países y sus habitantes, con el recuerdo de ofensas pasadas.

Tras la devastación de sus ciudades en la segunda guerra mundial, Japón optó por la paz y plasmó en su Constitución su vocación a la no beligerancia.

Esa sería una de las razones por las que de entrada, los japoneses ofrecen apertura y un trato cordial a los extranjeros, pero entrar a su círculo íntimo ya es otra cosa y esa es parte de otra historia.

LAS LECCIONES

Geógrafa por la Universidad Autónoma de México (UAEM), Flavia hoy con 35 años trabajó como docente en un jardín de niños, por eso una de sus primeras experiencias sobre la independencia de los niños la impactó.

“No se me olvida, el día que llegué, estaba por cruzar la calle cuando junto a mí se paró una niñita como de cinco años y que extendió la mano para cruzar, yo sentí que mi corazón se apachurraba al verla solita. Cuando llegamos al otro lado me soltó y se fue, yo me quedé parada con un sentimiento de párate, dónde vas, dónde vives, yo tengo una responsabilidad contigo, tú estás chiquita, ella se fue y la que se quedó perdida fui yo”.

A pregunta expresa sobre sus cambios al vivir en este país, Flavia señala que valora cosas de la sociedad mexicana.

-“Creo que ahora entiendo las diferencias culturales que cuando llegué me desquiciaban... Entiendo el silencio en el tren, la confianza en los demás. Ahora valoro muchas cosas de la sociedad mexicana que antes simplemente no veía, y que la cultura japonesa tiene muchas cosas maravillosas que no puedes realmente valorar de primera instancia, sino que lo vas entendiendo a lo largo del tiempo que pasas aquí”.

Ana sostiene que este país del este de Asia, situado en el Océano Pacífico, le ha dejado lecciones de por vida.

“Te vuelves menos personalista y aprendes a trabajar en grupo o como diríamos en México, a bajar el ego, la parte más difícil es la soledad, pero improvisas y aprendes a sobrevivir. También he aprendido de la forma en que se debate, en México cuando alguien expone una idea, la confrontas con tus argumentos si no estás de acuerdo, aquí en Japón le aportas”.

Lo que ambas coinciden que les maravilla de Japón es el hecho que la convivencia entre las clases sociales no guarda diferencias abismales y puede darse de manera cotidiana en el tren.

“Aquí en el tren te puedes encontrar al jefe de una mega compañía sentado junto a una persona que desempeña un sencillo puesto en la construcción”.

De pronto, reflexionan que nunca serán parte de esa sociedad en la que han aprendido a convivir.

Aunque ambas tienen un amplio dominio del idioma inglés que les permitió cumplir con los requisitos, señalan que la barrera del idioma fue importante, como por ejemplo en oficinas gubernamentales, pero a falta de ello, desarrollas otras habilidades de supervivencia.

DUERME SEGURO

Una plática con ellas se vuelve de pronto un intento de ensayo sociológico para tratar de entender a una sociedad con una de las tasas de natalidad más bajas, al igual que de homicidios, pero que en materia de suicidios está entre los punteros.

En Japón, la gente camina en las calles limpias, ordenadas y con una población que en general denota un buen nivel de vida con una multitud de servicios, puedes tomar agua de los lugares instalados en el parque, en los edificios siempre dispondrás de un elevador por si llevas niños, carriolas incluso para tu perro, si tienes algún problema para usar las escaleras normales o eléctricas, ellos pueden hacer uso de ellas.

Junto con Singapur, Japón es uno de los países más seguros de Asia, no tienes que preocuparte por robos si dejas tu bicicleta todo el día (Ya lo comprobé).

Su tasa de homicidios se estima en 0,44 por cada 100.000 habitantes al año y es una de las más bajas del mundo, lo cual contrasta con la inquietud sobre la alta tasa de suicidios que tiene.

Alguna vez fui testigo de un hecho de esta naturaleza, como resultado la línea no sólo se detuvo, sino que se cerró y me encontré perdida y sin rumbo por la perturbación de toda la dinámica de los viajes en tren, el servicio de transporte por excelencia de los japoneses que destaca por su puntualidad (en más de cuatro meses sólo dos veces se retrasó por dos o tres minutos).

Y los suicidios parecen eso, una perturbación difícil de entender que un extranjero como yo puede encontrar en una sociedad que ofrece muchas conveniencias y comodidades para vivir, aunque claro, por un corto espacio.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) Japón es el décimo país con la tasa de suicidio más alta y el tercero con más casos entre los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE.

En 2013 se registraron oficialmente 27 mil 195, lo que supone un descenso por cuatro años consecutivos con respecto a otros años cuando ha alcanzado los 30 mil casos.

Dos mujeres que han viajado mucho y que comparten sus anécdotas hasta que la tarde cae y una busca ir a misa, a Tokio, donde ha logrado encontrar una iglesia de su religión en un país donde las religiones predominantes son el budismo y sintoísmo.

Aunque reconocen y exponen una mirada crítica sobre los problemas como la inseguridad, la economía deteriorada y los vicios de los mexicanos, Ana y Flavia también reconocen las grandes cualidades de México, que buscan en la alegría de su gente, los guisos, en las palabras, en los aromas de una tarde de domingo en Japón.