José Javier Reyes

Las cosas malas casi no se cuentan, pero cuentan mucho. Y con este lema le tocaron las golondrinas a Luis Videgaray, hombre fuerte que fue en la primera parte del sexenio. Y con su salida se despeja una de las preguntas que intrigaron a la opinión pública mexicana: ¿quién fue el genio que tuvo la ocurrencia de traer al candidato republicano Donald Trump a México? ¿Quién pudo creer que eso iba a beneficiar a la investidura presidencial? ¿Por qué darle a un barbaján inmundo que ha ofendido a México y los mexicanos cada vez que abre la boca el trato de un jefe de estado? Y la respuesta nos hubiera sorprendido: el entonces secretario de Hacienda, Luis Videgaray Caso.

La apuesta era elevada. Y jugarse todo a una baraja era un riego muy grande. Si el gobierno mexicano invitó a los dos candidatos norteamericanos, la visita deTrump el 31 de agosto de 2016 y el desaire de la demócrata Hillary Clinton acabó por hundir este brillante plan. Ella declaró el 2 de septiembre: “me preocupan especialmente los reportes de torturas, muertes y desapariciones forzadas en todo el país”. Ésta era una razón de mucho peso para declinar la invitación. Alguien la aconsejó bien. A Peña Nieto, no.

Al momento de eliminar a Videgaray del gabinete, el presidente señaló: “Ha sido clave en la reforma financiera y reconozco su labor en diversas políticas públicas”. ¿Y eso es un elogio? Si Videgaray fue el, digamos, “cerebro” detrás de las desatinadas acciones del gobierno, se tardó Peña Nieto en sacarlo de ahí. Su presencia era un lastre que se hizo más pesado cuando estalló el escándalo de su mini-Casa Blanca.

En uno de sus dislates bipolares, Donald Trump primero se congratuló de la salida de Videgaray y luego lo lamentó. En entrevista, se refirió a Videgaray diciendo que “la gente que organizó el viaje en México ha sido forzada a salir del Gobierno. Así de bien lo hicimos”. Pero luego se retractó: "Con Luis, (¿así de cuates? Nota mía) México y Estados Unidos habrían llegado a acuerdos maravillosos juntos, acuerdos que habrían beneficiado tanto a México como a Estados Unidos". Suponemos que entre esos acuerdos estaba la erección del muro y algún negocillo que ahora se le apestó a Luis.

En la política y en los negocios la dignidad es un lastre del que hay que desprenderse inmediatamente. ¿Qué importa si Trump acusa a los mexicanos de asesinos, violadores y ladrones si a cambio de eso podemos llegar a “acuerdos maravillosos” que nos benefician a ambos? ¿Qué importa si propone intervenir militarmente en nuestro país para obligar al gobierno mexicano a pagar la construcción del muro? Bienvenido Trump y bienvenidos sus maravillosos acuerdos.

Lo peor, increíblemente, no fue eso. Mientras Peña Nieto era zarandeado por los medios, las redes sociales, los partidos de oposición y las bancadas de todos los partidos (salvo la tímida defensa de los de siempre), Videgaray veía desde su oficina la andanada de memes en contra de su jefe sin siquiera suponer que era su obligación salir en su defensa y reconocer su error. Pero el castigo, su muerte política, es quizá apenas tan grande como su pecado.