Alberto Méndez Aguilar

La corrupción en la agenda política

Los políticos en general y los partidos tradicionales en particular están siendo sometidos a cuestionamientos severos, principalmente en referencia al tema de la corrupción.

A nivel de la publicidad masiva, es un tema de actualidad que toca diversas parcelas y obliga a los contendientes en la campaña por puestos en la Cámara baja a tomarlo muy  en cuenta.

Probablemente el caso del partido verde, de reiteradas violaciones a la ley electoral, no impacte tanto al grueso de la comunidad; al final de cuentas es un asunto con mucho de leyes, algo que el ciudadano común y corriente  desconoce.

Pero las manifestaciones del enriquecimiento  súbito tocan una fibra muy sensible habida cuenta de la medianía, cuando no la pobreza extrema, en que vive la mayoría de los ciudadanos.

Hay quien piensa que para las campañas los candidatos deben mostrarse como personas exitosas, mostrar que la política sí deja. Como se trata de una contienda de mercadeo, el producto debe provocar la emulación, la aspiración. Todos queremos tener éxito. Luego entonces, queremos ser políticos, tal como el candidato X, la candidata Y. Tal razonamiento está en cuestión.

Nada más por el espacio que las acusaciones de corrupción entre PRI, PAN y PRD han tenido en los medios masivos, es decir en los canales estelares de Televisa y TV Azteca, se puede saber  que el tema  de la corrupción ha marcado las campañas.  Por lo pronto, parece que el presumir lo bien que les va en la vida a los candidatos ha dejado de ser una ventaja competitiva. Aquello  del “pobre político. . .” que acuñara Carlos Hank González es divisa que ya no se puede agitar así como así.

La cosa ha tocado fondo. Las invectivas interpartidistas que a diario vemos en la TV masiva son evidencia de la profunda crisis por la que transita el oficio de político. Y estamos hablando de millones de personas expuestas a estos mensajes, no solo del puñado de mexicanos que participan en los ejercicios de escarnio contra el presidente Peña, su gabinete y sus parientes, en internet. La masiva penetración de la televisión abierta  es la verdadera medida de la influencia del tema de la corrupción entre políticos y partidos.

Poco o mucho, todo esto impacta en las campañas para diputados federales. Los aspirantes deberían tener en cuenta esto y no fingir que las cosas siguen siendo como siempre lo fueron.

Junto a las preocupaciones por la mejora de los servicios públicos, los electores han sido alertados –si no lo estaban ya- por  el tamaño que alcanza la corrupción en el país.

Por su sonoridad en los medios masivos, la corrupción ha desplazado, como asunto público, incluso a la inseguridad, a la que la parece que nos hemos habituado pues nadie arriesga un comentario sobre la misma. Qué bueno que en estados como Tlaxcala y algún otro del centro del país no ocurren cosas tan tremendas como las que sabemos ocurren en otros lares. ¿Podemos, por ello, dormir tan tranquilos?

Corrupción y seguridad son, pues, dos temas en los que urgen definiciones de los aspirantes a legislar en este país. Paradójicamente, se trata de asuntos de gravedad tan honda que no se percibe fácilmente el optimismo de quien crea se pueden arreglar más o menos pronto: ¿qué partido va a acabar con la corrupción? ¿Qué partido va a poder contra el crimen organizado?  Más que preguntas son desazones de un electorado expuesto por muchos años a rutinas de voto y promesas sin cumplir.

La corrupción y la inseguridad son malas noticias para nuestro país. Son, al mismo tiempo, exigencias para gobierno y ciudadanos. Urgen respuestas. Las campañas podrían propiciarlas.