Alberto Méndez Aguilar

La cruda, el peor indicador

A tono con las diversas crisis que enfrenta el país, la ingesta de bebidas alcohólicas también presenta un alto grado de complejidad.

Desde siempre, la bebida ha sido el alma de las fiestas pero con el creciente deterioro social se ha convertido en un  peligro mayúsculo. Los 350 mil jóvenes que mueren anualmente por causas relacionada con el consumo de alcohol, según cifras de la ONU, podrían ser muy pocos si no se detienen las tendencias que se presentan en países como el nuestro.

En México, el alcohol es el peor de los protagonistas: los borrachos, en el imaginario popular, fueron  los causantes de todos los desastres. Paradójicamente, frente a las nuevas realidades, los aficionados al trago podrían pasar de villanos a víctimas como resultado del creciente negocio del alcohol adulterado y de la creciente inseguridad en bares y cubes nocturnos.

El mercado de las bebidas en América Latina creció un impresionante 60 por ciento entre los años 2007 y 2012 para ubicarse con un valor de 173, 108 millones de dólares, según un reporte de la firma de investigación de mercados Euromonitor Internacional, citado por el sitio ALTONIVEL.com.mx

Saque ud la cuenta para saber que los que eran muy jóvenes en esos años contribuyeron a la alza de las ventas. Y tome en cuenta que ya se ha registrado que las mujeres masivamente se sumaron a las estadísticas de la bebida.

Además considere que de  acuerdo con  la encuesta Consumo de bebidas alcohólicas en México de Consulta Mitofsky, los mexicanos comienzan a consumir alcohol a la edad promedio de 17.4 años.

Datos de la Organización Mundial de la Salud revelan que el consumo de alcohol en México es de 7,2 litros per cápita. Según el Inegi, México es el sexto consumidor mundial de cerveza, con 64 litros por persona y año.

Pero ojo: estamos hablando de una gran industria con tanto potencial de negocio que incluso desafía a la notoria baja económica.

La citada consultora se muestra optimista y considera que el sector se ha recuperado “por ventas comerciales de bebidas alcohólicas a medida que más gente retorna al trabajo y se adapta a las amenazas contra la seguridad”.

Incuso prevé que “durante los próximos 5 años la gente volverá a consumir bebidas alcohólicas en establecimientos en lo que había dejado de hacerlo, esto gracias a que se espera que la economía vaya en crecimiento y el desempleo vaya a la baja”. Sin duda, el optimismo servido con Martini.

La realidad es más severa, no obstante. El alcohol adulterado es, posiblemente, otro de los giros del crimen organizado y su expansión es un hecho. Reportes de prensa indicaron recientemente que la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) informó que durante 2014 se decomisaron cerca de 600 mil litros de alcohol adulterado. La gravedad del tema obligó al gobierno a modificar la Ley general de Salud para tipificar como delito grave la adulteración, falsificación y contaminación de bebidas, incluida la complicidad.

Pero hablamos de complejidad. Y por eso cobran relevancia las cifras de nuestro consumo pues hablamos de un mercado muy dinámico, apenas superado por nuestro campeonato mundial en el consumo de refrescos, sector que, sin embargo, no muestra el crecimiento del sector de bebidas alcohólicas.

Las autoridades tienen ante sí un reto formidable: frenar y erradicar el delito de la adulteración; disminuir los consumos entre la población menor de edad  y desarrollar una política que sensibilice a la población en general de lo dañino, para la salud y el bolsillo, del consumo de alcohol en exceso. La cruda es el peor de los indicadores a este respecto.