Alberto Méndez Aguilar

Las audiencias y los derechos

El  caso Aristegui- MVS remueve conciencias e hígados y produce  montones de opinión y delirio en las redes sociales. Hay para todo: desde quienes, poniéndose de parte de la empresa, consideran justificado  el despido de la comunicadora  hasta los que quieren canonizar a doña Carmen como víctima del odio de los poderosos.

Como siempre, vale la pena sacar raíz cuadrada –así se decía antes e incluso se enseñaba en las escuelas- a todas esas manifestaciones para  intentar descifrar  el conflicto.

No hay duda que este caso se magnifica por las altas audiencias de Aristegui en la radio matutina, en donde se ubica siempre y según el criterio del rating, entre las tres emisiones noticiosas con más escuchas en un mercado, el de la zona metropolitana de la ciudad de México, calculado en 18 millones de personas. No es poca cosa. Y eso sin contar con las estaciones repetidoras a lo largo del territorio nacional

Los análisis de audiencia ubican las mejores horas de Aristegui  entre las 8:00 y las 9:00, justo en los espacios en los que presentó sus trabajos más impactantes, como el de la famosa casa blanca de la familia presidencial.

Es importante señalar que el efecto Aristegui  está potenciado por su alianza de facto con un medio impreso de presencia nacional, La Jornada, diario que repercute y destaca las informaciones estelares de la comunicadora.

El público seguidor de Aristegui es variado pero decididamente antipeñista. Comparte esta fobia con el perfil más general de los seguidores de La Jornada, más claramente decantado por la figura de López Obrador. En todo caso, tenemos a un consistente grupo ciudadano de oposición política al gobierno actual, que defiende a los suyos (Carmen, Andrés Manuel), en cualquier escenario.

Entre los medios también se ven las divisiones. Ninguna simpatía sienten por Aristegui en Milenio, por ejemplo, menos en Televisa aunque vale destacar que nadie en lo personal se va contra ella. Hasta López Doriga y Gómez Leyva “lamentan” la salida de la comunicadora de MVS.

Con estas señas, el guion se vuelve  previsible: el poder ataca a la periodista, por ser independiente, ante lo cual lo se convoca a la cruzada digital por la libertad y contra EPN. Y como dicen los propios medios, las redes “se incendian”. Como ya se ha escrito en este mismo espacio, el poder de las redes aún tiene algo de mitología pues más allá de su estridencia y su agudeza crítica no pudieron evitar el ascenso del PRI y Peña Nieto ni –me parece- podrán lograr el regreso de Aristegui a MVS. Tampoco podrán impedir la llegada de Zabludovsky  a MVS aunque también es previsible que, después de su luna de miel con AMLO, le recuerden  a este conductor su larga carrera al lado de la Televisa “soldado del PRI”.

Los duelos que en las redes se entablan a propósito de Aristegui-MVS son, en todo caso, sintomáticos: los usuarios se desahogan, se ofenden entre sí; se ejecutan mutuamente con la media lengua que, en su mayoría y en el mejor de los casos, manejan los más aguerridos de sus participantes. Pero poco abonan a la comprensión y análisis del asunto.

Y pareciera que el país se parte en dos: con Carmen y contra Carmen.  Y que el tema de la libertad de expresión estuviera de boca en boca. No obstante el gran impacto de la radio, las razones del conflicto parece que sólo se viven con pasión en un grupo reducido de la sociedad. Un segmento muy politizado, con capacidad de reacción, pero sin conexión con la gran masa poblacional

Sería mejor poner énfasis en el  valor de la información presentada por Aristegui, principalmente sus investigaciones.  Cuestionable, piensan algunos que ven incorreciones en sus procedimientos; tendencioso, según los que piensan que es la militante-vocera de las causas anti EPN.

En todo caso, y nunca mejor dicho, la periodista es polémica. Lo que hace y lo que no, es materia de repercusión mediática.

En lo particular, me parece  excesiva su tendencia a editorializar. Sus intervenciones suelen ser muy extensas para radio y acusa, en ocasiones, falta de claridad en su lenguaje, además de que su orientación periodística está tan clara que ya se sabe lo que va a decir en cada caso. No hay sorpresas, pues.

Pero dejando de lado a las barras bravas de internet, es posible constatar, no obstante el extenso abanico de matices, la casi unánime consideración de que la voz de Aristegui es necesaria. Es eso, una voz, una manera de ver las cosas, con la que se coincide o discrepa pero que ayuda a enriquecer la propia visión de los asuntos sociales además de que ejerce su derecho a opinar. En la defensa de este derecho,  que no pasa necesariamente por la diatriba anti EPN, hay una amplia coincidencia. No todos somos Aristegui pero la mayoría sí queremos un país de libertades, plural, de transparencia informativa y de pleno ejercicio de los derechos ciudadanos.