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LA BIBLIOTECA DEL PADRE ANTONIO PINEDA MINA

Tania Xochicale Corona
Poseer un libro impreso durante el periodo novohispano se podría considerar un lujo, debido a dos aspectos; el primero tiene que ver con los altos costos de su producción y segundo se refiere a que durante la época Colonial el 90% de la población no sabía lee ni escribir. Para lo cual los comerciantes, eclesiásticos, artesanos, funcionarios, militares, y uno que otro campesino fueron los únicos en acceder a un libro, algunos contaron con sólo uno y otros llegaron a tener más de 500 libros.
Es importante mencionar que las dos razones por las que no se leía eran consecuencia de la situación comercial, geográfica y política que presentaba la Nueva España. Comenzando por el aspecto comercial en donde el libro pasaba por varios intermediarios seguido de lo geográfico factor que complicaba el traslado y lo político que delimitaba la introducción de ciertos temas, así como la aplicación de leyes para la comercialización, entre otros factores. Debido a la centralización política y su status de Colonia, la mayoría de libros llegados de Europa o bien impresos en la Nueva España, se distribuían y compraban en su mayoría en las ciudades como México, Puebla, Oaxaca, Veracruz, Guanajuato, entre algunas otras. Sin embargo, a pesar de las proscripciones y reglas, hubo la entrada de diversos temas e incluso hasta libros prohibidos.
Lo anterior indica, a pesar de las restricciones antes citadas, la presencia de una gran cantidad de lectores, de acuerdo a la época, además y en función de los registros sobre todo de inventarios, encontramos que no sólo circuló y llegó el impreso a las grandes ciudades, sino también a pueblos, villas y pueblos, e incluso hay registros de quienes contaron con bibliotecas grandes en dichos lugares. Un ejemplo y a partir del inventario de la biblioteca privada de Don Antonio Pineda Mina, capellán de nuestra Señora de Ocotlán en Tlaxcala, registró 97 ejemplares.
El eclesiástico Pineda Mina, como la mayoría de los religiosos, sabía leer y escribir e incluso algunos tenían algún grado universitario, como es el caso de curas, obispos, inquisidores, entre otros. De acuerdo a un estudio de Cristina Gómez Álvarez, comenta que los comerciantes forman el primer grupo como poseedores de libros y los eclesiásticos el segundo, seguido por los funcionarios, dependientes, artesanos, militares, profesionistas y algunos campesinos. Que sean el segundo grupo refleja no solo la facilidad para poseer algunos textos, sino también el nivel intelectual de ese grupo.
La Biblioteca de don Antonio tuvo temas sobre religión, ciencia, historia e idiomas, de los 97 ejemplares con los que contó, 64 son del ámbito religioso y se refieren a temas como historias de santos, Catecismos, Sermones, Oraciones, guías para ser un buen devoto de la Iglesia, de moral religiosa, ejercicios de piedad, toda una gama de instrucciones y guías para ser un buen feligrés. De esta manera la Iglesia podía mantener un control en la sociedad. Pero hubo otros religiosos que a pesar de pertenecer al clero, ampliaron su conocimiento científico en otras áreas como medicina, política, astronomía y poesía, originando una oposición a la forma de gobierno de la Nueva España, sin embargo fueron pocos, como lo demuestra el caso de Fray Servando Teresa de Mier.
También contó con 3 libros de economía, 1 de astronomía, 5 de historia, 4 biografías, en cuanto al resto de ejemplares no se tiene más datos pero, de acuerdo al título algunos son referentes a poesía, literatura y vocabularios de lenguas como el latín, el mexicano, francés y portugués.
Durante la segunda mitad del siglo XVII no podía faltar en las bibliotecas los libros clásicos como don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, Luz de verdades católicas y explicación de la doctrina Cristiana del padre Juan Martínez de la Parra y el Teatro Critico Universal de Benito Jerónimo Feijoo y, dicho lector, cuenta precisamente con un clásico del Padre Juan Martínez de la Parra con tres tratados, siendo del tamaño de un cuarto,
Referente a los datos registrados en el inventario, el tamaño de un cuarto predomino en su biblioteca y sólo uno es de un dieciseisavo es decir, eran libros de bolsillo que están entre los 20 y 30 cm. de largo, tamaño adecuado para poder traerlo consigo además de transportarse, incluso dicho tamaño se vendía en las tiendas de las principales ciudades.
Por otro lado poseer un libro no indicaba que fuera leído, podría ser solo un medio para dar cierta imagen ya sea como intelectual o de poder económico. Respecto al hábito a la lectura se mide a partir del estado del impreso, y en el inventario aporta dicho dato, por lo tanto, el nuevo indicaría que no fue leído, usado, bien tratado, maltratado y viejo es creíble que fue leído, tomando estos cuatro términos, el clérigo leyó un 70% de su librería, ya que el escribano registra contantemente libro viejos y maltratados, como el libro de francés que es un vocabulario y esta viejo.
Esperamos que esta breve reflexión sobre la importancia, temas y usos de los libros en la época Colonia le sean de utilidad, sobre todo porque, a diferencia de nuestra época, había básicamente temas religiosos y libros prohibidos.
 
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