Fernando Díaz de los Ángeles

En la actualidad países como Argentina, Brasil, y próximamente  en Chile sin importar  los resultados de las siguientes   elecciones presidenciales de ese país, también será gobernado por una mujer. El derecho al voto de las mujeres se puede considerar como algo formal y dado, afirmación válida, sin embargo es menester reconocer  que es producto de la  lucha de grandes mujeres como Hermila Galindo en México, Eva Perón en Argentina, Domitina Silva y Lepe en Chile, Celina Guimarães en Brasil,  por citar algunos ejemplos. Ellas dieron pauta al reconocimiento de los derechos políticos electorales de las mujeres en sus respectivos países.

En nuestro país a finales del año de  1916, Hermila Galindo, -mujer cercana a Venustiano Carranza-, hizo llegar   al constituyente un escrito  en el cual solicitaba los derechos políticos para las mujeres aduciendo  lo siguiente:

“Es de estricta justicia que la mujer tenga el voto en las elecciones de las autoridades, porque si ella tiene obligaciones con el grupo social, razonable es, que no carezca de derechos. Las leyes se aplican por igual a hombres y mujeres: la mujer paga contribuciones, la mujer, especialmente la independiente, ayuda a los gastos de la comunidad, obedece las disposiciones gubernativas y, por si acaso delinque, sufre las mismas penas que el hombre culpado. Así pues, para las obligaciones, la ley la considera igual que al hombre, solamente al tratarse de prerrogativas, la desconoce y no le concede ninguna de las que goza el varón”.

Al conquistar  sus derechos políticos electorales,  las mujeres en América Latina han logrado alcanzar cargos de elección popular   de gran responsabilidad, pero aún están subrepresentadas a pesar de las acciones afirmativas que se han emprendido, por otra parte los partidos políticos deben ser  corresponsables de la formación de liderazgos femeninos, y deben ir más allá de la formalidad jurídica.

Las mujeres deben persistir  en la loable tarea de alcanzar  mayor representatividad y protagonismo en las esferas del poder y en general en todas las esferas de la vida, la conquista de los derechos políticos electorales de las mujeres no es el fin en sí, es el reconocimiento a la igualdad entre hombres y mujeres en materia electoral, que se debe conmemorar, pero no enajenarse, porque hay tareas pendientes que ya no deben esperar.