Historias de haciendas y ranchos en Tlaxcala 

Lic. José Isabel Juárez Torres

En la primera parte comentamos cuanto se logro recaudar en el primer intento del donativo que requería la corona española para los gastos de la guerra de sucesión. Pero como la recaudación no se hizo de acuerdo con lo que ordenaba la Real Cedula, ya que no se levanto censo alguno, sino solo una lista con los nombres de los contribuyentes y las  cantidades que habían entregado, en octubre de ese año de 1710, el virrey Duque de Alburquerque mando una nuevo requerimiento al alcalde mayor de Tlaxcala, exigiéndole, bajo pena de Dos Mil Pesos, que se levantara la relación de las fincas, como se le había ordenado. En esta nueva comunicación  del virrey con las autoridades de Tlaxcala, aclaro que las  haciendas de minas, las declaro exentas de contribución.

Como ya en otras ocasiones se habían pedido donativos, algunos hacendados  se rehusaban a dar su  colaboración económica, el virrey aclaro que los anteriores donativos habían sido para otros fines, y que la ayuda que el rey les pedía ahora, era exclusivamente “para las urgencias de las guerras”.

Desafortunadamente, el virrey de Alburquerque, a pesar del empeño con que ordeno la recaudación del “donativo gracioso”, no le fue posible verla concluida, pues su gobierno termino el  15 de enero de 1711, y por lo tanto correspondió a su sucesor el virrey Fernando  de Alencastre Noroña y Silva, Duque de Linares, quien gobernó en el periodo comprendido del 15 de enero de 1711 al 16 de  agosto de 1916, continuar  con la recaudación.

El nuevo virrey,  en agosto de 1712, ordeno se finalizara la recaudación del donativo, solo que había transcurrido algún tiempo desde el primer intento, y otras autoridades y escribanos ocupaban el gobierno del estado de Tlaxcala. Era nuevo gobernador, Pedro de Rivera, quien al recibir la orden, informo al virrey, que JUAN  Josep de la Rea, y su teniente de gobernador, Diego Joseph de Hoz y la Rea, antecesores de  el, fueron las personas encargadas de hacer la recaudación inicial en 1710, por lo que era preciso llamar al escribano, para que diera razón del dinero recaudado.

Pero con esta, era la tercera vez que, con intervalo de algunos meses, se daba la misma orden de recaudación. ¿Por que nuevamente se mandaba e insistía sobre el mismo asunto? Porque no  se había realizado hasta esa fecha (agosto de 1712), como se había indicado desde el principio cuando llego la petición del rey solicitando el donativo, a fines de 1709.Como hemos  narrado, el dinero apremiaba, de manera que el virrey Duque de  Linares no le quedo otra que presionar a las autoridades de Tlaxcala a cumplir, por medio de una pena que, como Alburquerque, fijo también en 2,000 pesos.

En este tercer llamado hubo un poco de más empeño para colaborar por parte de los hacendados, asi como de los encargados de recoger el donativo. Se nota a partir del 9 de septiembre de 1712, un desfile constante de propietarios ante el gobernador; pero a pesar de la insistencia para que cada teniente levantara una “lista detallada” de las fincas de la región a su cargo, el censo no se realizo asi, sino que cada uno de los hacendados, arrendatarios o mayordomos se fueron presentando ante el gobernador, y, en un mismo dia informaban personas de distinto lugar. De esta manera llegaban  de Santa Ana que de Apizaco; de San Felipe y Hueyotlipa, que de Nativitas o de Tlaxco. Finalmente, aunque todavía incompleto el censo  concluyó  el 8 de octubre de ese año de 1712, al no presentarse ya ningún propietario a declarar.

Gracias a la entusiasta colaboración que presentaron los hacendados, el censo revelo 87 haciendas y 58 ranchos solos; 8 haciendas arrendadas, 13 haciendas con uno o dos ranchos anexos, dos molinos, un batan, 8 casas de campo y dos mayorazgos: uno en Apizaco con 4 fincas y otro en Huamantla.

 En la región de Nativitas, abundaban  las haciendas y los ranchos de extensión regular; pero por tener  tierras más fértiles, su valor superaba a las de las otras regiones   de mayor extensión. Por razones de espacio, solo daremos  los datos tres haciendas:  la hacienda se Santa Agueda que contaba con  9 caballerías de riego y 3 pastos, con 180 bueyes de tiro aperados, 8 vacas de vientre, 12 becerros y 50 cabezas de ganado de cerda, valía 30,000 pesos. La hacienda de Santa Elena, con 10 caballerías laborias y cienegas, valía 25,000 pesos, mientras que en Huamantla una hacienda de 60 caballerías de tierra” buena y mala”, con todo y aperos, compuestos de 80 mulas, 50 bueyes, 1,000 ovejas y 500 cabeza de ganado de cerda, estaba valuada en 16, 000 pesos.

                                                  (continuara)