El robo deja mucho dinero; el secreto está en no dejarte agarrar por la policía

Lupe, para sus amigos y enemigos, tiene ya 10 años de haberse retirado del robo a casas habitación. Esa fue su especialidad por doce años, tiempo en el que hizo una pequeña fortuna que ahora disfruta en Tlaxcala.

Oriundo de un estado del norte del país que no desea revelar, Lupe nos explica la forma en que operaba, siempre acompañado por su esposa y dos de sus hijos y nos presume que en una docena de años, logró reunir poco más de nueve millones de pesos. Con ellos instaló una pequeña tienda de auto servicio en la periferia de la capital tlaxcalteca y de eso vive.

Lograr que nos platicara su historia no fue fácil. Rehuyó nuestras pretensiones hasta que se convenció de el objetivo era presentar su historia sin juicios, sin censuras ni fines de lucro.

Dice ya no temer que lo persiga la policía. Incluso cree que si lo localizaran, simplemente nada podrían probarle. Primero porque ya pasaron muchos años y luego, porque siempre se puso a mano con las autoridades de donde viene.

Así es que nos recibe en su domicilio, una casa bastante amplia y lujosa, con jardín que semeja alfombra verde; nos atiende y nos agasaja con gusanos de maguey, jugo de fruta natural… nos platica como si nada de sus años de ladrón:

“Pues robábamos de todo, principalmente dinero en efectivo, alhajas, aparatos electrónicos, obras de arte... coches no, son un problema; pero de ahí en fuera todo lo que cayera era bueno”.

“Pues nos retiramos por la simple y sencilla razón de que pues, ya está uno cansado. Ya habíamos hecho una lana, ya teníamos de todo y entonces pensamos ¿Qué más queremos? ¿Qué nos agarre la policía? ¿Pasar mis últimos días en la cárcel? No, mejor le paramos. Y pues ya nos andaban buscando, ya nos seguían de cerca y dijimos: vámonos a otro lado, y ya nos venimos para Tlaxcala”.

“Pues es que acá es re tranquilo, no pasa nada, todo está cerca, la gente es buena onda y los hijos y la esposa le agarraron cariño a esta tierra”.

“Pues el robo sí deja mucha lana, el secreto está en no caer en manos de la ley... Yo conocí a muchos cuates que, no te miento, se han pasado media vida en el tambo. ¿Por qué? Pues porque no saben hacer las cosas, no nacieron para eso... o simplemente su ambición los mete al bote, así de simple”.

“Pues eso es un secreto... pero nomás te digo que una casa nos invita a visitarla, nos dice: ven, no hay nadie... porque los caseros dejan un claro rastro de que no están... El otro secreto está en saber en qué casa hay dinero. Porque hay casas en las que vas a robar lástima. No. Hay que saber dónde hay dinero, y mucho. Con decirte que llegué a saber, con asombrosa exactitud, el tiempo que la casa iba a estar sola, con eso te digo todo”.

“No siempre las casas buenas tienen cosas de valor. A veces ves una residencia, entras y ni basura tienen; ahí se mueren de hambre, pero hay otras que no manches… parecen de narcos o de bancarios. Yo entré a robar en una casa que, digo, esos bueyes debieron haber asaltado un banco porque había de lana... para qué te cuento. Luego pues hay casas en donde no hay dinero, pero aparatos sí. Una vez entré a una casa y estaba llena de aparatos raros... entonces para eso hay que conocer... y veo uno que me interesó; era uno especial para oceanógrafos y cosas marinas y pues le di baje. ¿Cuánto crees que me dieron? ¡800 mil!; pero valía como 5 millones...”.

“Sí, mira, la gente cuando sale lejos o por mucho tiempo deja una huella que sólo los expertos conocemos... Yo veo una casa y digo: esos van a tardar más de dos horas: me da tiempo; por eso cuando llegan dicen: ¡pero si apenas salí un minuto!. O veo la casa y digo; esos van a regresar luego, si entro, me agarran a medio trabajo... uno sabe de eso, uno es experto”.

“Muchas veces estuvieron a punto de atraparme. Una vez íbamos bien campantes con el bulto. Llevábamos televisores, modulares, planchas, licuadoras... vaya, nos había ido bien. Entonces que vemos la patrulla y luego supimos que era para nosotros. Que bajamos todo y encontramos un localito vacío y que metemos todo ahí rápido y bajamos la cortina y ya llegó la patrulla y a ver, qué llevan, que un carro como el suyo es sospechoso. Y nosotros: órale, vean, no llevamos nada. Y buscaron y no nos encontraron nada”.

“Regresamos y ya estaba el dueño del local y nos dice: de ustedes son esas porquerías y nosotros: sí, señor, pero es que nos equivocamos, nosotros nomás somos mudanza, y no era aquí donde debíamos dejarlas. Pues sáquenlas. Ya nos fuimos y ahí acabo todo”.

“Pues esa es la clave: la suerte. Bandido sin suerte está en la cárcel. Porque aunque no lo quieras creer, amigo, somos muchos que llevamos ¡Años! en este negocio y nunca hemos pisado la cárcel. Y hay otros que a la primera. Salen de la casa que están robando y en dos horas ya están sentenciados”.

“No, gracias a Dios nos fue bien por doce años. Y ya teniendo suficiente pues como que ya para qué buscarle mangas al chaleco. Entonces nos decidimos y salimos y venimos a parar acá en Tlaxcala, pusimos este changarro y pues también gracias a Dios nos va bien”.

“No, ya no pienso regresar a lo mismo. Ni mis hijos. Ya los he enseñado a ser respetuosos de lo ajeno y como vivimos de esto (tienda), pues a esto nos dedicamos; no eso de volver a robar ¡Nunca! Y siento que mis hijos, a pesar de haber conocido esa vida, nunca van a robar casas ni otra cosa, ya tienen otro pensamiento y filosofía”.

- ¿Cómo se deshacía de las cosas?

“Ah, eso es otra historia. Uno tiene sus mañas, sus contactos. Hay gente que se dedica a eso, también son expertos. Uno va y lo vende digamos a mitad de precio. Ellos renuevan las cosas, las pintan, les ponen otras cosas, a otras les hacen factura y listo”.

“Yo le llegué a vender computadoras a la Procuraduría de Justicia. En serio. Eran como 17. Fui a ver un contacto y le dije: este negocio es mío, necesito facturas. Va, me dice, cuántas quieres, pues que tantas y ya me las dio. Las vendí, digamos, a tres cuartas partes del precio normal. Nadie me llegó a la oferta”.

“El error más grande de un bandido es tener el botín en su casa, o cerca, o aparecer cosas que ayer no tenía... no, si esto tiene su detalle... a mi nunca, oye, nunca me vieron nada nuevo de un día para otro. Compraba yo mis cosas en abonos y llegaban los cobradores y todos los veían. Porque otro error es vender las cosas entre los vecinos o familiares. Luego los agarran...”.

“¿Tratos con la policía? Sí, como no... conocí a muchos judiciales, les vendía yo cosas derechas. Bueno, robadas, pero ya con factura. Eran cosas de segunda, de una supuesta mueblería que recogía lo que no les pagaban sus clientes en abonos. A muchos les vendí cosas y ya no me las pagaron. Se las regalé. Me decían: mira, mano, no tengo lana, pero si quieres te pago con una pistola, que con un revólver. No, les decía yo, yo nunca voy a andar armado...”.

Pero… ellos, los policías, ¿Sabían de tu actividad?

“Sí, claro, incluso me hacían encargos: que una laptop de este tipo o marca, que un celular así o asado, que una pulidora, un taladro industrial o cierta herramienta. Los pedidos si eran regalos, era parte de la inversión que le haces a cualquier negocio”.

“Bueno pues, que yo qué les puedo aconsejar a los chavos… pues yo les puedo aconsejar que no se metan en esto porque no todos tienen suerte en este negocio. Muchos de mis colegas todavía están en la cárcel... nomás figúrate, algunos ni siquiera pudieron disfrutar de lo que lograron, muchos otros están pagando delitos que no cometieron pero ni modo, los atoraron”.

“No, no, mira, hay de ratas a ratas. Nunca le robé a gente jodida, aunque tuviera cosas buenas: eran para su trabajo o les representaba su futuro. Nunca amenacé a nadie, y menos lastimé gente. No, que poca madre de quienes llegan incluso a matar para robar. Eso no se hace… hay dignidad. Mira, yo conozco casos de bueyes que han matado por un mugre celular. Cuánto puede valerles un cel, digo como para que valga una vida…”

“Ah, sí, pues yo nunca, óyelo bien, nunca porté cuete… yo y mi familia dijimos: si un día nos atoran o nos bajan pues ni modo, pero nunca vamos a lastimar o a matar a un policía o a un padre de familia que defendiera su hogar y su patrimonio. No, nunca, primero muertos que hacer daño al físico de las personas.

Ahora los miembros de esa familia que antes fueron integrantes de una de las bandas más buscadas y efectivas de “algún lugar del norte del país” viven con el producto de su trabajo que ahora dicen, es honrado. Y parecen gente bien. Nada les preocupa, a nada temen, dicen que nada deben a nadie.

Al rememorar su pasado, el transito de éste a una vida tranquila y compararla con su presente, Lupe suspira, entrecierra los ojos y dice: “lo cierto es que después de que dejamos el oficio, mucha gente ya respira mejor y vive en paz, porque en verdad, fuimos el azote de la zona”.

Nos ofrece una copa o más gusanos… mejor nos despedimos.

*Escritor y Periodista