*Bernardino Vázquez Mazatzi

A manera de reconocimiento

Los ciudadanos somos vigilantes del trabajo de los servidores públicos. Cualquier persona que acuda a una dependencia de los gobiernos federal, estatal o municipal, tiene la libertad de calificar el desempeño de los empleados del pueblo y sopesar la calidad del servicio.

Pero los ciudadanos sufrimos con el trato recibido en algunas dependencias y por parte de algunos de los empleados. En las instalaciones de la SEPE-USET, en el área de pagos, una trabajadora iracunda porque los maestros le exigían prontitud y respeto, con gritos los amenazó con cerrar la ventanilla si la seguían “molestando”, llamando así a su obligación de servir con respeto, eficiencia, eficacia, calidad y calidez.

El trato déspota y hasta agresivo es común y normal en algunas oficinas de los ministerios públicos de la entidad en donde pocos o nadie se atreve a exigir respeto. Los empleados ahí gozan de total impunidad pues se sienten protegidos por el ambiente hostil que rodea esos sitios. Y me viene a la mente el trato de verdad grosero del personal masculino que atiende en una oficina del poder judicial ubicado allá por la colonia El Alto, del municipio de Chiautempan; tiene que ver con eso de la atención a la violencia hacia la mujer…

Pero cualquier ciudadano observador debe también saber reconocer cuando quienes nos atienden desde el otro lado del escritorio son la excepción, son el ejemplo de profesionalismo, rectitud, respeto y eficiencia en la atención al público. No son pocos los casos de funcionarios eficaces y conscientes de su obligación pues saben por qué están ahí, para qué se les paga y cuál es el trato de le deben dar a las personas que acudimos hasta ellos.

Lo digo porque en la Dirección de Notarías y Registro Público de la Propiedad y el Comercio del estado de Tlaxcala tuve la oportunidad de conocer el trato respetuoso y diligente de algunos funcionarios que con su actitud limpian la mala imagen que la mayoría de los tlaxcaltecas tenemos de algunos de los trabajadores a los que también llamamos burócratas.

El Licenciado José Luis Salado Palafox y la licenciada María del Carmen Hilda Barragán, así como Francisco Javier Ortuño Aguilar y sus colaboradoras Jose y Rosy, todos y todas trabajadoras de esa dependencia y empleadas del pueblo, dieron muestras de que en materia de eficiencia, respeto y respuesta favorable no hay pretextos. Me quedó claro que son de los que piensan que el “no se puede” debe ser desterrado de nuestro lenguaje, que son de los que se comprometen con el público y que su objetivo es servir, ayudar, orientar, solucionar el problema de la gente…

Siento que son de los que entienden que los seres humanos nacimos para hacernos la vida más fácil los unos a los otros y no para entorpecérnosla, no para ponernos pretextos para justificar nuestra ignorancia y prepotencia y mucho menos para exigir dinero a cambio de cumplir con su deber…

Antes, me habían dicho que el arreglo a mí favorable requería de dinero… “moche”, “embute”, “por debajo del agua” o términos llanos, corrupción. No es cierto. No se arregló de esa forma ni me fue sugerido al menos un acto de esa índole. Esto nos deja satisfechos a muchos pues así se demuestra que no todas las autoridades son corruptas y que no todos los servidores públicos tienen ese método para arreglar las cosas.

A los seres humanos nos mueve la voluntad, de lo que muchos carecen para el cumplimiento de sus obligaciones. Cuando no tenemos voluntad nos llenamos de pretextos y justificamos de mil formas nuestra torpeza, ignorancia, incapacidad y avaricia.

Otro caso digno de reconocimiento es el del regidor de Chiautempan, Eusebio Saúl Decasa Pérez quien no necesita de explicaciones para ayudar a quien lo solicita. A él han acudido ciudadanos de su municipio a quienes orienta y pone a disposición personal para que en su presentación solucionen los problemas de la gente. Esto demuestra que hay servidores públicos valiosos cerca y que no todo es malo cuando de criticar se trata.

Vaya por medio de estas líneas y reconocimiento a todos aquellos servidores públicos que se ponen en los zapatos del público y sustituyen los pretextos por motivos para atender y solucionar las demandas de la sociedad. Y vaya también una crítica para aquellos empleados del pueblo sobrados de soberbia, altanería, prepotencia, ignorancia e ineptitud que tratan al público como si les ofendiera su presencia… ¿Quién se pone el saco?

*Escritor y Periodista