Campañas electorales 2012: la decepción

BERNARDINO VAZQUEZ MAZATZI

ESCRITOR Y PERIODISTA

En términos generales, el presente proceso electoral va de frío a congelado y congelante. Las expectativas despertadas antes de la estupidez llamada veda electoral que impedía a los candidatos presidenciales hasta decir “buenos días” están lejos de verse reflejadas en sus discursos, acciones y apariciones públicas.

Los mensajes repetitivos de los abanderados presidenciales no dicen nada, o dicen poco, o tiene una interpretación diferente a la idealizada. Las figuras en pantalla son acartonadas, distantes, ajenas, impersonales, como si hubieran sido embarradas en el monitor de TV, como si los contenidos no fueran destinados para el convencimiento y sólo tuvieran como fin la aparición pública de un candidato extraño.

En la radio los mensajes promocionales pasan casi completamente desapercibidos y a menos que se tenga la mente atenta para captar esos mensajes o que se trabaje y se gane dinero para contabilizarlos, se les toma en cuenta. De menos pasan sin despertar el interés del radioescucha, sin despertar la atención del oyente, sin emitir un mensaje con destino claro y directo.

Se supone que el candidato es un producto que se debe posicionar en el auditorio, se supone que el candidato debe despertar el interés de la gente y que para ello se debe disponer del golpe que capte la atención de las personas. Es un sonido, un silencio, un rostro o un color lo que atrae al público, es la palabra, la música, los elementos del entorno, el momento, la circunstancia o la oportunidad los que se aprovechan para llamar la atención.

Pero en los promocionales de los candidatos no hay nada de eso. Hay una figura, un sujeto, un individuo, una imagen muy poco atractivo visualmente, muy poco ilustrativo, casi nada interesante y vagamente recordado. Pareciera que son todos uno solo y al mismo tiempo, todos nada.

Hay un mensaje generalmente de promesa. Es el propongo, el te juro, el yo sí, al haré, el soy el mejor y la sugerencia o declaración directa de que los actuales y pasados son lo malo, lo que no nos deja ser, lo que nos daña. Pero eso es justamente lo que tiene hasta el hartazgo al electorado, es precisamente lo que no quiere oír y permite poner en una sola canasta a TODOS los candidatos y lo que hace que se les califique a TODOS de la misma forma.

Al negarle la atención a uno se le niega a todos, el no creer en uno no se cree en ninguno… el que uno harte al público, harta a todos.

Y en Tlaxcala las cosas no son diferentes. Las campañas electorales de TODOS los que andan en la búsqueda del voto están muy frías. En realidad, en estos momentos, mucha gente desconoce que en Tlaxcala también se va a elegir a senadores y diputados federales. A ese nivel llega el nivel de desinterés por los aspirantes.

En nuestra entidad NINGUNO de los candidatos tiene un discurso diferente, nuevo, imaginativo, propositivo, orientativo, que brinde confianza al electorado, que haga diferente a la política  de hoy con la de antaño.

Y luego, para dar el tiro de gracia a la política en Tlaxcala, laboratorio político nacional propiedad de Beatriz Paredes Rangel, no hay rostros nuevos. De ahí que se haga realidad la sentencia de que los mismos no pueden hacer el cambio. Y si hay algún o algunos rostros nuevos, son tan nuevos, que nadie los conoce en la entidad por no ser de aquí; son tan nuevos que nadie va a votar por ellos.

Las elecciones en este año serán si acaso, en Tlaxcala, las de la decepción, las del hartazgo, las de más de lo mismo.

Ojalá, por el bien de Tlaxcala, por el bien de la disfrazada democracia local, por el desarrollo y el crecimiento nacional, en los próximos días los políticos entiendan que México ya es diferente, que la sociedad es otra y que las exigencias son mayores. Si no es entendido eso, estamos entonces condenados a más de lo mismo.