El miedo a las campañas

Bernardino Vazquez Mazatzi

Escritor y Periodista

 Con las campañas electorales, con las visitas domiciliarias, los mítines concurridos o aburridos, con el perifoneo y las entrevistas en los medios de comunicación, vienen las promesas, las frases hechas, el lenguaje indescifrable, la inspiración a raudales.

Llegan los candidatos hasta los ciudadanos como llega la vejez, alguna enfermedad o el recibo del consumo de energía eléctrica: inevitables. Los políticos se preparan para convencer y a veces ellos mismo se convences de que sí convencieron, de que su discurso sí caló hondo y de que sí se dieron a entender y con ello, tienen seguro el voto a su favor.

Y los ciudadanos se preparan para escuchar la verborrea irrefrenable, las palabras domingueras, las estadísticas en las que no creen, no entienden, que no piden y que les vale madres en sus porcentajes, alcances y metas. El ciudadano se prepara para taparse las orejas al paso del escandaloso de los altoparlantes que lleva las promesas de felicidad del espirante.

Por días de suplicio, las ciudades, algunas limpias y elegantes, sufrirán de los tendederos aborrecibles que no dejan ver la luz del semáforo, la presencia de la combi ni la cara del uno ni del otro pues los plásticos se superponen como escamas de víbora; tanta basura… No solo la de la política, sino la que los políticos colocan en postes, arboles, puentes peatonales, calles, bardas, balcones, paredes, piedras y hasta en los perros toda clase de cochinadas que cuestan caro al pueblo que se muere de hambre como los pobrecitos tarahumaras a quienes se les habría de dar aunque sea algo de lo mucho que se gastan los políticos.

Con las campañas vienen las mentiras, las buenas intenciones, los juramentos de que yo sí voy a cumplir pues mi experiencia lo avala y además, cumplir es mi fuerza y mi compromiso porque yo no soy como los otros que nomás se vinieron a burlar de ustedes, inocentes palomitas del 28 de diciembre.

Ya están muy cerca los días en que la comadre que ni siquiera conoce las siglas de los partidos, se convierte en activista política a favor de todos los candidatos y cita a su casa con carácter de urgente a las vecinas que acuden presurosas por su cubetita de cinco pesos, o una gorra o una camiseta que jamás se pondrá durante la campaña y llegará la comprometida militancia por un topercito, un vaso de refresco y si bien le va, una torta o unas galletitas.

A nadie le extrañe esto… tal es la costumbre, tal es el presupuesto que el candidato y su partido dispusieron para el sector que no ambiciona ni conoce más… “al pueblo no le des lo que no te pide”. La gente va por promesas y a vender su voto en el monto que representan los objetos con los que se presenta ¿Quién piensa en dignidad del pueblo, en ofrecerles proyectos que no entiende, en hacer compromisos que ni son pedidos ni se deben ofrecer?

Dicen, pues no lo sé de cierto, que algunos funcionarios en los ayuntamientos, de los que cobran como diputados en el congreso y del gobierno del estado, rechazan atender al ciudadano cuando este le exige respuestas pues votó por él y para que esté en donde se encuentra, con el argumento de que votaste por mí porque quisiste pero además, por eso te di tu gorra de cinco pesos: ya te pagué.

Esto último que escribo es de mala fe pues es impensable que esto ocurra en Tlaxcala… ni pensar que se dé en México… si acaso esta aberración humana fuera cierta, se ve en otros países, en donde los políticos tienen por costumbre engañar y olvidar sus promesas, en donde los legisladores no se cambian de partido como de calzones, en donde los políticos no se cambian de partido como se cambian de calcetines.

O ¿acaso alguien conoce en Tlaxcala a diputado, presidente municipal, gobernador o regidor que se haya cambiado de partido…?

Y sí que hay que tenerle mala fe a los políticos tlaxcaltecas pues a ver ¿cuándo se ha visto que cobren venganza con el que se fue, a ver?, o, ¿Cuándo se ha visto que en Tlaxcala se cumplan compromisos, compadrazgos, amiguismos y pago de cuotas colocando a los cuates en los puestos donde hay billete?. No, pues nunca.

En fin, que ya vienen los días y las noches y las madrugadas en las que la palabra democracia será manoseada, pisoteada y ultrajada en nombre de ella misma.

Y los electores le dirán sí a todos, a todo, todo el tiempo. Igualmente el pueblo jugará el juego de los políticos pues ya también sabe llevarse pesado aunque al final sea este el único que pierda por bajarse a ese nivel.

Sí… ya vienen las campañas. Y ni para donde correr, ni a quien pedir auxilio, ni quien nos defienda.

¡¡¡¡Dios nos agarre confesados!!!!