*Bernardino Vazquez Mazatzi

Generación de riqueza ¿Para quién?

De buenas intenciones está pavimentado el camino al infierno, dice el refrán popular y se aplica a la propuesta gubernamental de generar mayor riqueza derivada de la explotación petrolera. Aunque la pregunta central sería ¿más riqueza para quién?

Si esa presunta riqueza que habrá de generarse es para tratar de satisfacer el hambre insaciable de la corrupción a la que está acostumbrada la alta burocracia, entonces a la mayoría de los mexicanos no nos interesan las reformas constitucionales que la van a permitir. Porque nadie en esta nación duda que altos y medianos funcionarios y líderes petroleros han hecho inmensas fortunas de la corrupción.

Si la riqueza que dicen, va a brotar como por encanto y como consecuencia de las ya famosas transformaciones a nuestra carta magna, va a servir para enriquecer ahora también a voraces empresarios extranjeros que tienen nulo interés por los 50 millones de pobres en México, entonces les será mejor al gobierno y a los diputados y senadores inventarnos otro cuento chino. A la mayoría de los mexicanos no nos interesa y no deseamos participar en el saqueo a la nación para engordar vecinos.

Realmente, en la duda respecto a quien va a beneficiar la exploración y explotación del petróleo de aguas profundas y los contratos diversos, la oposición basa sus movilizaciones y sus señalamientos y acusaciones. No es para menos. Los contrarios encuentran vetas y reservas no precisamente petroleras pero sí de argumentos para imputarles crisis y males bíblicos a los que aprobaron las reformas.

Los que se oponen a la modernización del sector energético nacional utilizan la ignorancia, o al menos la ausencia de suficiente información que priva entre la sociedad, para difundir versiones tergiversadas o verdades a medias para confundir a la población. Ni siquiera aquellos que se toman la molestia de asolearse, marchar, cerrar calles, desgañitarse y gastar su dinero en cartulinas y mantas conocen a fondo el contenido de las recientes reformas constitucionales que abren el sector petrolero a la inversión extranjera.

En una marcha llevada a cabo recientemente en la Plaza de la Constitución, inquirí a una presunta profesora que sudorosa denostaba a los “traidores de la patria” respecto a si conocía de fondo las reformas a la Carta Magna y fue franca al decir que no. Pero justificó su férreo discurso diciendo “es que así nos dijeron que gritáramos”.

Cierto, el gobierno federal y los diputados y senadores deben saber que el pueblo tiene derecho a no estar de acuerdo con su pensamiento, visión, trabajo o proyecto de nación y que en cualquier momento la sociedad puede expresar apoyo o rechazo, pero lo mejor sería que la gente estuviera plenamente informada de todo cuanto rodea lo que protesta o defiende para tener coherencia y lógica.

Y para ello, todos los actores políticos, los medios de comunicación, los partidos políticos, las instituciones federales, los que están en contra o a favor y en general, todos los sectores involucrados, debemos hacer un ejercicio de información objetiva, clara, puntual, honesta y crítica de lo que nos afecta para bien o para mal.

Nos debe quedar perfectamente claro a quién va a beneficiar la riqueza que se va a generar tras el barullo político y mediático reciente. Y es que a muchos nos queda poco claro el beneficio económico que va a generar la inversión privada en el petróleo si lo mismo se dijo que la telefonía que ahora se comporta como piraña insaciable con quienes le damos de comer.

Simplemente hace falta más y más clara información al respecto. Si es necesario, que se nos explique con manzanitas o con piedritas pero que no se nos deje con las dudas y para que no seamos carne de cañón de partidos y políticos que están en contra de todo y a favor de nada.

Información es poder. Conociendo el fondo y la forma del tema vamos a estar conscientes de lo que viene y vamos a poder tomar decisiones juiciosas respecto a apoyar un proyecto que en realidad va a sacar a este país del atraso o rechazarlo y ahora sí, con conocimiento de causa, nos lancemos a las calles a asolearnos, desgañitarnos y a gastar lo poco que tenemos en cartulinas y pancartas.

*Escritor y Periodista