*Bernardino Vazquez Mazatzi

Maldita plaga del chapulín

No sé si alguien ha hecho algo serio para erradicar esta plaga que se ha extendido en todo el país. Sí sé que hay declaraciones triunfalistas diciendo que está controlada, que sus daños no son significativos, que pronto acabarán definitivamente con ella. Pero yo no les creo. La plaga del Chapulín causa mucho daño en todo el territorio nacional.

La plaga del chapulín es molesta, ofensiva, terriblemente dañina. Es un claro ejemplo del fracaso de los programas, proyectos y planes de erradicarla. Y sin embargo su presencia es puntual, certera; a pesar de lo que se cree, es plenamente consciente del daño que hace a pesar de desentenderse de su efecto en la vida diaria de todos los mexicanos.

Y su presencia se incrementa de forma alarmante unos meses antes de cada proceso electoral. Es un asco ver a tanto ejemplar de estos brincar de un lado a otro, renunciando a un partido para largarse a otro, dejar un cargo de elección popular para buscar otro, renunciar a una ideología para adoptar otra, rechazar unos vicios para adquirir otros y renegar de lo que les dio de comer para ambicionar más…

Los chapulines no tienen llenadero, de ahí su peligrosidad y las consecuencias de su voracidad. Su ambición desmedida los ciega y por ello no aceptan que con sus acciones le hacen daño a México. Son terriblemente insaciables y como son una plaga, se multiplican por contagio dañando al resto de la fauna electorera.

Un chapulín en el poder carece de compromiso, de ideología, de lealtad, de palabra de honor. Llegó al poder para servir a quienes confiaron en él, para defenderlos desde su concepto de gobierno, para representarlos ante el resto de las ofertas políticas y se va, brinca buscando otro puesto sin consultarlo con quien lo eligió, sin preguntarle qué le parece, sin pedirle permiso…

El chapulín no sólo olvida sus orígenes humildes y sus promesas que son muchas, sino también la dignidad con que debiera conducirse por la vida. Una vez enviciado por el poder, mareado por los beneficios generalmente ilegales, cebado por la codicia, este sujeto es capaz de venderle su alma al diablo y entregarse a los colores y las siglas de su antes peor enemigo y luego amante si eso le permite mantenerse con el sueldo a cargo de los impuestos del pueblo.

El chapulín deja obras inconclusas, cuentas sin aclarar, familiares incrustados en la nómina, una enorme decepción entre sus allegados y un largo rosario de mentadas. Pero eso no les importa. El poder y la ambición los vuelve además, sordos, insensibles, impermeables; los desorienta, les confunde los sentidos y las lealtades. Los hace cínicos, descarados, deslenguados, arrogantes, prepotentes…

Ah, y nos llegan con la idea de que son necesarios, indispensables, vitales, necesarios, insustituibles, irrepetibles y hasta apetecibles. Casi no hacen creer que son el pilar de la democracia y que el mundo gira gracias a su luminosa presencia y que en todos los casos debemos agradecerles el saludo y el favor que nos hacen por cobrar sus cuantiosos salarios y por permitirles su enriquecimiento no precisamente inexplicable.

Así es que no le creo a ninguna autoridad cuando dice que están trabajando para erradicar la nociva, asquerosa y terrible plaga del chapulín pues este ejemplar se multiplica en cada elección y amenaza a las democracias más fuertes del mundo.

Por cierto, estimado lector… ¿usted conoce a algún chapulín?

*Escritor y Periodist