*Bernardino Vazquez Mazatzi

Provocaciones innecesarias y extremismo

Creo que las secuelas del ataque fundamentalista a la revista satírica francesa Charlie Hebdo son otra forma de extremismo. En realidad no había ninguna necesidad de exacerbar los ánimos de los miembros del estado islámico y estos, no debieron considerar las exigencias del respeto a la libertad de expresión como una provocación y menos aún, como una oportunidad para amenazar con nuevas acciones violentas.

La matanza de caricaturistas, de directivos y administrativos de ese medio de comunicación cierto, es condenable y los argumentos que esgrimen los autores y financiadores no son aceptables. Ninguna muerte violenta puede explicarse y nada puede explicar tanta saña y odio. Pero al mismo tiempo, no hay ninguna necesidad de herir susceptibilidades de nadie, y menos aún de quienes son extremadamente sensibles en asuntos de la religión, del espíritu y de la fe… o del fanatismo, si se desea.

En un lenguaje común, diríamos que no había ninguna necesidad de alborotar el avispero, que nadie tenía derecho de provocar al perro o, en un sentido más amplio, para qué alguien debió pisarle la cola al diablo. Cierto, se alega libertad, libertad de expresión, pero esta, como todas las formas de libertad, significan también responsabilidad. No hay una sin la otra. Y ejercer libertad sin responsabilidad, sin respeto, sin tolerancia, sin medir las consecuencias y sin reconocer en el otro las mismas libertades, derechos y responsabilidades, trae consecuencias.

Quien no mide las consecuencias de sus actos y de sus omisiones, quien no reflexiona respecto a lo que puede atraer sus actuar y quien no cimenta su pensamiento y acción en el respeto, puede estar seguro de tener una idea equivocada de la vida y del derecho ajeno. La imprudencia cuesta muy caro. Y sus consecuencias son muy graves

Me parece que ahora, como consecuencia de esa forma de imprudencia, el extremismo está en quienes elevan su mofa hacia lo que el otro considera sagrado y al mismo tiempo, los supuestos ofendidos esgrimen el argumento de la violencia, el fanatismo, el terrorismo y la intolerancia para tratar de justificar el baño de sangre.

En ambas partes hay mucho de culpa, pues considero que la tienen los dos actores: ofensores y ofendidos, sin que esto dependa de quien es quien. Las sociedades no islamistas y no consideradas fundamentalistas alegan que la libertad de expresión permite la publicación de imágenes y textos sin que les importe si ofenden a otros mientras que aquellos que se consideran y sienten afectados creen que pueden reaccionar de cualquier forma, incluyendo el asesinato bestial, para defenderse de quienes creen que los atacan sólo por no coincidir en ideologías.

A estas alturas ya se habla de consecuencias. Y por desgracia para la humanidad, estas no son precisamente las deseadas. Occidente o las naciones no islámicas buscarán vengar la sangre derramada y los grupos fundamentalistas buscarán incrementar el número de sus ataques terroristas. No son amenazas. Francia ya envió al portaviones Charle de Gaulle a la zona del Golfo Pérsico desde donde atacará a los grupos de Isis en Irak, en tanto que los terroristas islamistas diseminan sus células por las naciones aliadas. Malas noticias son estas.

Todo inició con provocaciones y continuó con acciones extremistas. Esta situación seguirá con ese curso pues no conoce otro. Ambas partes dicen tener la razón y la harán valer por la fuerza. Ninguna parece estar dispuesto a ceder y mucho menos a reconocer que el camino que han tomado y por el que conducen a un gran sector de la humanidad es el equivocado.

Nadie quiere anteponer el respeto y la tolerancia como forma de convivencia inteligente y civilizada como la requiere una sociedad evolucionada.

*Escritor y periodista