*Bernardino Vazquez Mazatzi

Ante la realidad, bajemos la edad penal

El asesinato a un niño de seis años en Chihuahua, por parte de un grupo de adolescentes, debe obligarnos a revisar el tema de la edad penal en México. En realidad, este tipo de acontecimientos debe movernos a aceptar que los victimarios de ninguna forma pueden ser inocentes y que el hecho es resultado de la falta de educación, valores y respeto que no les fueron inculcados por sus padres y por su entorno.

En múltiples ocasiones he dicho, y lo he sostenido con pruebas irrefutables no necesariamente cercanas a las leyes humanas ni celestiales, que una persona de nueva años sabe perfectamente qué es lo que hace y cuál es la consecuencia o resultado que espera de sus actos. Así, un chico o una muchachita de esa edad están plenamente conscientes del daño que pretenden y logran hacer y de cualquier forma sientes satisfechos sus deseos o cumplidas sus expectativas cunado lo han hecho.

No es casualidad que en materia de delincuencia organizada o común, cada vez sea mayor la participación de jóvenes de 9 años en adelante. La detención de jovencitos al servicio de la mafia, la existencia de prematuros asesinos a sueldo, el traslado de droga por parte de muchachitos y su incursión en el mundo de la delincuencia y la violencia son una CLARA muestra de que no necesariamente los menores han sido engañados o amenazados para sumarse al mal.

Y es que por experiencia propia, cuando he preguntado a alumnos de secundaria respecto a qué es lo que pretenden ser de grandes, horroriza la respuesta: padrote. Esa vía es para ellos una real opción, una alternativa posible ante el panorama confuso que les ofrece el "impresionante" desarrollo de Tlaxcala...

En muchas escuelas, muchos alumnos han dejado de tener aspiraciones basadas y fundadas en el estudio y el esfuerzo. Saben, entienden o creen que la escuela poco o nada les va a dejar si sus padres o algún familiar cercano venden chacharas en los tianguis o se dedican a la albañilería aun teniendo un título profesional. El estudio les ha dejado de representar una motivación; los jóvenes están carentes de ejemplos positivos.

En mis encuentros con los adolescentes los escucho hablar de soledad. Los jóvenes de ahora se enfrentan a una peligrosa y triste soledad que les aconseja generalmente, cosas malas. Y dicen estar hastiados de su realidad, y aseguran estar siendo llamados de forma persistente a las drogas, a la vagancia, al alcoholismo, a su ingreso a la delincuencia o a la creación de nuevos grupos de la delincuentes. Esta es su realidad.

Y en un arranque de confianza, me confirman saber perfectamente cuándo hacen daño a sus compañeros y que sus actos con que se conducen en su entorno son analizados y pensados para causar afectaciones. De ahí nace el vandalismo y nunca es una actitud irreflexiva o una reacción espontánea.

A los programas de estudio, a los planes sexenales, a las declaraciones triunfalistas y en general a las escuelas y a los padres de familia, nos hacen falta reflexionar respecto a lo que estamos haciendo mal que estamos creando seres sin rumbo y sin aspiraciones. En realidad, los adultos somos los verdaderos culpables del camino confuso de nuestros muchachos. Ellos son el eco de nuestra voz, son la cosecha de nuestra siembra... son el resultado de nuestros desaciertos...

En este sentido, habría que hacernos un examen de conciencia para saber quién o quiénes son en realidad los culpables del asesinato del pequeño Christopher Raymundo Márquez Mora, en Chihuahua. Todos, en realidad todos, somos culpables de ello; negarlo nos hará mucho daño.

Y por otro lado, impedir por cualquier situación que los culpables paguen su delito sería peor. La impunidad no debe caber en nadie, absolutamente en nadie; aunque en realidad, muchos quedemos en la impunidad por omisión.

Es lamentable lo que ocurrió tanto a las víctimas como a los victimarios, pero sería más lamentable que después de esta tragedia... todo quedará igual.

*Escritor y Periodista