Cuando hablamos de educación, inmediatamente pensamos en escuelas, profesores, libros, tareas, uniformes y todo cuanto se relacione con ello. El término educación nos refiere programas educativos, proyectos sexenales, conflictos magisteriales, sindicatos de maestros, números, cifras, discursos y buenas intenciones.

El problema de ello es que si entendemos mal el concepto educación, el resultado de cuanto se haga o deje de hacer en la materia forzosamente fracasará y engrosará los expedientes de la deuda que los partidos y los gobiernos tienen con la sociedad.

Porque educación poco o nada tiene que ver con maestros, aulas y uniformes y mucho menos con gremios de mentores ni con promesas gubernamentales, sino estrictamente con los buenos modales, el respeto, la tolerancia y la EDUCACION, valores estos que se imparten apenas como referencia en los salones de clases y a veces, ni así.

Veamos: hace algunos años, el calificativo de ignorante se aplicaba despectivamente al indígena desarrapado, de huarache y legua indígena pues se intuía que no sabía leer ni escribir pues se tenía por cierto que no fue a la escuela. En cambio, como persona educada se tenía a quien sí fue arropado por las paredes de un plantel e instruido por un mentor.

Hoy las cosas son diferentes. Una persona sin educación puede ser una persona con un título académico y vestir traje y en contrario, un individuo sin instrucción escolar puede mostrar las más refinadas formas de la educación al conducirse, expresarse y ofrecer un trato refinado, tolerante, incluyente.

Luego entonces, la educación poco o nada tiene que ver con la instrucción pues el dinero, los lujos, los títulos, el poder y las apariencias no necesariamente o no siempre son sinónimo, mientras que la sencillez, la humildad, la solidaridad y la cortesía entre otros valores en quienes no tuvieron la oportunidad de cultivarse en centros educativos, son elementos que por naturaleza conducen a la educación.

Una profesionista, entendido como quien posee una carrera, una especialización o un título, no necesariamente debe ser una persona culta debido a que es precisamente su formación la que le ha confundido el concepto, mientras que una persona sin esos documentos de crédito académico o social, pero rodeado de elementos tangibles e intangibles de identidad, pertenencia e idiosincrasia, puede ser una persona realmente culta.

Así, a veces quien se parapeta detrás de una profesión a veces se vuelve insensible, prepotente, agresivo, intolerante y mostrar todas las características de alguien que carece de EDUCACION y en contraparte, aquel que no presume abundante formación académica puede generalmente ser tolerante, incluyente, respetuoso y dadivoso.

Si en México en verdad se busca el cambio, si se entiende primeramente lo que se requiere, si realmente se tiene la voluntad de avanzar hacia mejor condiciones sociales, primero se debe comprender que la educación no es el conocimiento o la formación o la instrucción, sino la inducción hacia los valores y que la educación debe ser complementaria pero diferente al concepto actual que se da en las escuelas.

Educación y cultura son dos de los elementos necesarios, urgentes, indispensables e irrenunciables en la sociedad actual y son formadores de mejores ciudadanos, de individuos más conscientes y participativos, de personas más humanas y solidarias, mejor integradas al entorno y con mayores compromisos para con sus semejantes.

Las escuelas, pero sobre todo los padres de familia, deben centrar su esfuerzo en educar a las generaciones actuales y no sólo suministrarles el conocimiento que no necesariamente es una forma de convivencia pacífica, solidaridad y respeto y por lo tanto, una formación sin educación… no sirve.