* Bernardino Vazquez Mazatzi
Está muy grave el sistema político mexicano

El sistema político mexicano tiene ya muy poco tiempo para operar antes de morir de muerte natural. Dicen que las cosas por servir se acaban y acaban por no servir a nadie y este, es el caso de la forma en que se elige a los gobiernos del país.
En todos los estados en que habrá elecciones este año los ciudadanos ya consideran obsoleta la forma en que los aspirantes se acercan para buscar el voto. Las promesas, las propuestas, los discursos, los mensajes, los carteles y bardas han dejado ya de ser el vehículo idóneo para hacer llegar el mensaje al electorado que no encuentra ya en ese sistema la forma de entendimiento con los que buscan convertirse en gobierno.
Los mensajes se vuelven confusos, faltos de credibilidad, distorsionados en sus contenidos y dimensiones, evaden el objetivo que es la sociedad, se pierden en el escándalo de mensajes enmarañados del perifoneo, se fugan en ondas hertzianas y decibeles endemoniados hacia el infinito en donde morirán para beneficio de nadie.
Claro que a los partidos y candidatos eso no les importa si finalmente, lo que cueste ese desperdicio lo paga el pueblo. De ahí que no se preocupen si las bardas están inscritas con faltas de ortografía, si las lonas se caen a la media hora de colocadas, si los trípticos y volantes llegan al bote de basura al minuto de haberse entregado.
A los candidatos y partidos poco les importa la impertinencia de mosca del sonido a elevado volumen que transita de lado a lado la ciudad, prometiendo el fin de toda forma de pobreza incluida la intelectual y la cura de cualquier enfermedad por el voto, salvoconducto al progreso, del mejor candidato y partido habido y por haber en la faz de la tierra.
Al ciudadano informado ya no le sorprende la imaginación suprema del candidato a diputado que cree que va manejar el presupuesto honestamente, no honradamente, o la del aspirante a presidente municipal que sueña con crear leyes justas pues sabe que además de esas estupideces, los que estuvieron, los que están y estarán en el poder, dijeron lo mismo y nada cumplieron… o muy poco, o nada de lo que ofrecieron.
La gente consciente sabe que en los partidos los elegidos para representarlos son los recomendados, los que ya les tocaba, los que estaban en la lista desde hace décadas, los sumisos y maleables, los que escucharon y obedecieron sin chistar con una actitud casi de perro fiel… y no están, pues no caben, los que piensan, los que opinan, los que proponen, los que disienten, los que tienen conectada la lengua con el cerebro, los que sí podrían ser útiles. Por eso la gente ni confía ni se interesa por ellos ni por el proceso electoral en curso.
De ahí que el ciudadano común entiende que si se pusiera en operación, ya, el sistema de elección de candidatos ciudadanos, de los que no se sometan a un capricho cupular, de los que no lleguen rezando la filosofía de unos colores y siglas, los que no lleguen creyendo diferente al mundo y confundiéndolo con la realidad de privilegios en los que viven, entonces las campañas, las propuestas, las ofertas y posibilidades serían otras.
Pero sobre todo, el México actual espera que la metamorfosis del sistema de elecciones y de partidos en México se transforme inteligentemente a tal grado que ya el pueblo no financié sus excesivos gastos de partidos. Simplemente, el mexicano que quiera ser dueño de un partido que lo pague, que se haga cargo de sus gastos y que no esperé más los cientos de miles de millones de pesos que dilapidan en basura para beneficio de nadie.
En el México del futuro inmediato ya no se justifica la idea de que es mejor una sociedad organizada en partidos que hagan uso de su libertad limitada a una sociedad violenta con intentos continuos de insurrección. No, ahora la sociedad busca una transformación radical en la que los partidos políticos no están incluidos, o al menos, no se incluye el mantenerlos con privilegios de reyes en una sociedad de privaciones del tercer mundo.
* Escritor y Periodista