* Bernardino Vázquez Mazatzi
La hora de las promesas o de las bromas pesadas
“si deseas conocer la verdadera naturaleza del hombre, dale el poder”

Los candidatos de todos los partidos políticos en verdad que sí se rompen el coco para tratar de convencer, en pocas palabras, las que quepan en una barda o en un cartel de media hoja, a los electores para preferirlos de entre los demás a la hora de votar.
Así, los aspirantes a sacrificarse por el pueblo inventan cada frase que causa en unos, risa y en otros, coraje. Los que ríen de los mensajes lo hacen porque les prometen cosas que hasta el más inocente sabe que no se pueden y nunca se van a cumplir y los que se enojan, lo hacen porque consideran una burla esas ofertas que bien se sabe, jamás habrán de llevarse a cabo por imposibles.
Los candidatos a presidentes municipales dicen, ahora, ser amigos de todos. Casi se venden como el Chabelo de los adultos. Y aseguran que ahora sí, llegó la hora de progreso, la honradez y el respeto al municipio y al ciudadano. Juran que van a servir hasta la ignominia y que lo harán de la mano del ciudadano. Es decir, sus acciones obedecerán a las sugerencias, propuestas, órdenes y proyectos que la gente les imponga, no a base de caprichos ni de forma unilateral. Eso dicen. Y eso, no van a cumplir.
Porque bien sabemos que la inmensa mayoría de los alcaldes, una vez instalados en la silla del poder, se olvidan de sus propuestas, desconocen a quien los llevó a la victoria y rechazan haber hecho promesas. El 99.9 por ciento de los próximos presidentes se volverá altanero, prepotente, presuntuoso. Y jamás aceptará una propuesta ciudadana que intente gobernar de forma diferente a su proyecto muy personal. Eso lo hemos visto antes, eso lo vemos ahora y eso veremos.
Por eso da risa eso de que “juntos por el progreso del municipio”, “es la hora de nuestro municipio”, “honestidad y trabajo a tu servicio”, “nunca más un gobierno sin el pueblo”, “seré TÚ presidente” etc., etc. Y da coraje que traten de convencernos con mensajes poco, pero muy poco imaginativos.
Y los aspirantes a diputados locales no se quedan atrás. Prometen incluso acciones que no son de su competencia como la inversión en infraestructura en los municipios de su distrito, como si su función fue manejar recursos y no legislar.
Los que sí saben cuál es la diferencia entre un presidente y un diputado también compiten por la frase más cursi, absurda o estúpida. “Crearé leyes que estén a tu servicio”, “soy tu voz en el congreso”, “legislaré para ti”, “seré tu diputado de tiempo completo”, “porque tú mandas y yo obedezco” etc., etc. Ellos, como los presidentes municipales, una vez sentados en la silla de poder se volverán invisibles, inalcanzables, impredecibles.
No es cierto que vayan a defender los intereses del pueblo; el pueblo sólo sirve para hacer encuestas, proyectos, estadísticas y gráficas. No van a estar esperando al ciudadano para ver en qué se le puede servir; no van a proponer iniciativas de ley que lesionen sus intereses, los de su partido o los del poder en general. Ellos saben qué les conviene económicamente hablando y no van a arriesgarse nomás por cumplir sus promesas de campaña.
Desde ahora la gente sabe eso: que los políticos juegan sucio, que sus bromas son muy pesadas, que no van a cumplir. La gente sabe que si algún candidato, de cualquier partido político que usted me diga, quisiera hablar con la verdad, entonces diría que va a tratar de legislar a favor del pueblo pero que si no se puede… y la gente espera que diga que no va a crear nuevas leyes porque ya hay muchas y para todo, y que mejor va a buscar que de esas muchas, de vez en cuando alguna se obedezca.
Pero no, nadie va a hablar con la verdad; no les conviene. No van a contestar lo que nadie les pregunta, no van a comprometer lo que nadie les pida y, en vez de andar empeñando el alma al demonio, se preparan para regalar playeras, una gorra, un mandil o una cubeta de 5 pesos… eso, lo saben y lo dice, es lo que cuesta el voto del ciudadano.
* Escritor y Periodista