Su consigna es infiltrarse en organizaciones del narcotráfico y pandillas para obtener información, saber sus movimientos y con ello las autoridades puedan actuar. Pero algunos de estos informantes confidenciales, fuentes de primera mano en campo, se convirtieron en un problema para las agencias estadunidenses que los reclutaron. Hay información de que participaron en tráfico de droga e inclusos asesinatos, a pesar de estar vigilados por quienes los contratan y de recibir estímulos económicos.
La reciente revelación fue puesta en la arena pública por el senador republicano Chuck Grassley, quien reclamó por el asesinato de dos informantes confidenciales de la DEA a manos de sicarios que trabajaban para Los Chapitos –como se les conoce a los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán Loera–. Pero este no es el único caso que se les ha salido de las manos a las dependencias gubernamentales de Estados Unidos.
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