Desde distintos ángulos y frentes pretenden frenar la marcha del 8 de marzo para no evidenciar la falta de atención a las políticas hacia este sector.
Mire usted, resulta que tanto diputados como la Comisión Estatal de Derechos Humanos buscan sentar a las organizaciones sociales y colectivos defensoras de las mujeres, para que en un trabajo de psicología ellas puedan manifestar su sentir y reclamos, desahogar sus traumas, por lo que se abstengan de marchar el próximo 8 de marzo.
Con estas estrategias de contención emanadas del poder, se busca evitar que el festejo del Día de la Mujer, evidencie la ausencia de políticas públicas integrales que atiendan la violencia contra la mujeres en sus distintas esferas.
Dicen los que están cerca que la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de Tlaxcala (CEDH), Jakqueline Ordoñez Brasdefer, busca a toda costa sentar a las mujeres "revoltosas", como hacen refencia a las representantes de las distintas organizaciones sociales en defensa de las mujeres.
De igual forma, desde el Congreso del estado se hace lo propio y se pretende entablar diálogo y llegar a acuerdos con las mujeres que representan las distintas agrupaciones sociales, para apaciguar los ánimos y así tratar de inhibir la marcha o en su caso que ésta sea a modo, para que no se evidencien a funcionarios que siguen violentando los derechos de las mujeres en Tlaxcala.
¿Será que los organismos de la sociedad civil a pesar de los vapuleados que han sido acepten dialogar con quienes son sus principales verdugos?
El Congreso local debería promulgar leyes que protejan a las mujeres y mejoren los mecanismos de justicia para meter a la cárcel a los agresores y asesinos en lugar de pedirle a las mujeres violentadas y padres de mujeres asesinadas que se callen.
Jakqueline Ordoñez Brasdefer debería ocuparse de atender y emitir las recomendaciones a las diversas secretarías de gobierno, para que no se sigan violentando los derechos humanos, en lugar de poner una ley mordaza a padres y madres que caminan todos los días con el dolor de haber perdido a un hijo o de llorarle porque está en el panteón.
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