Introducción
Ana Dayani es estudiante de noveno semestre de la carrera de sociología de nuestra UAT, destacada por sus estudios desde el primer semestre, llegando hacia el final decide participar en el concurso global de ensayos para estudiantes 2024 de Applied Worldwide, obteniendo el segundo lugar, con el ensayo que les presentamos en esta ocasión. Aprovechamos para felicitarla y sea de utilidad para generaciones futuras que les llame la atención la sociología.
La sociología llegó a mi vida desde que tenía 17 años, recuerdo que ese día en el que supe de su existencia, fue como encontrar una herramienta capaz de resolver las dudas que se habían quedado inconclusas a lo largo de los años de mi vida. Siempre me pregunté por qué existía la delincuencia, por qué había pobreza y de qué se trataba entonces la riqueza, por qué mis padres se la pasaban trabajando tanto y luego se quejaban de que sus salarios apenas alcanzaban para lo indispensable, por qué veía a la gente de camino a mi escuela haciendo manifestaciones si en la tele pasaban mensajes del gobierno en donde mencionaban que estaban trabajando para mejorar las condiciones de vida de la población.
Por un momento creí que mediante la psicología lograría entender dichos cuestionamientos. Consideré tomar a la filosofía como futura carrera universitaria y, mediante esta disciplina, resolver mis dudas tomando como referencia a los grandes pensadores griegos, Aristóteles, Platón, Sócrates, Tales de Mileto, etc. Entonces, cuando mi profesor de preparatoria impartía la primera clase sobre una materia llamada “sociología” descubrí un abanico más amplio de posibilidades.
Un año después me gradúe de la preparatoria y sabía muy bien que quería seguir mi trayectoria académica, pero seguía sin tener alguna idea certera de qué estudiar pues filosofía ya no era una opción interesante. A menudo me preguntaban mi madre y mi hermana ¿Qué carrera vas a elegir? Lo primero que respondía era turismo porque estaba emocionada con la idea de viajar a otras partes de México o del mundo y de trabajar en hermosos destinos turísticos, despertar un día en un hotel de Oaxaca cerca de la playa y al otro día encontrarme dando un recorrido por las pirámides de Palenque en Chiapas.
Un día coloqué mis opciones juntas y busque los temas que vería en cada una de las licenciaturas a las que aspiraba entrar, mientras descartaba opciones me di cuenta de que la sociología no se había quedado en ese salón de clases en preparatoria, con aquellos profesores que habían despertado mi interés por tratar de entender el mundo, Supe que la sociología era la mejor de las opciones para llenarme de conocimiento.
Curiosamente tomé esta decisión en el mismo momento en el que estaba comenzando la pandemia por COVID-19, el mundo entero entró en crisis y todos vimos incertidumbre en nuestro futuro. La poca o nula interacción social solo fue un efecto colateral de la crisis sanitaria, de la cual todos nos estábamos cuidando. Muchos se enfrentaron a situaciones en donde la salud mental fue en decadencia, donde las pérdidas familiares fueron una tortura constante, muchos vivieron el infierno dentro de sus hogares al tener que lidiar con las dinámicas de violencia, la visibilidad de la enorme pobreza que no tuvo las herramientas para hacer frente a la emergencia sanitaria, el aumento del empleo informal (Forbes, 2020), convirtió el confinamiento en un lujo y así podría mencionar infinidad de problemáticas, de las cuales fui conocedora porque todos los días mi padre prendía el televisor y yo lograba escuchar las noticias de fondo mientras tomaba mis clases en línea.
Recuerdo que en mi primer semestre nos solicitaron llevar a cabo un proyecto de investigación sobre algún fenómeno social que nos interesara, yo escogí el de la inseguridad que existía en mi comunidad, porque mi padre había sido víctima de robo de su vehículo, el mismo que ocupaba para desempeñar su trabajo como taxista. Recuerdo que en ese momento me sentí ignorante al ser una estudiante de sociología que apenas había entrado a la carrera y que no sabía nada respecto al tema de la inseguridad ni de cómo ayudar a mi padre, en ese momento vi una oportunidad para comenzar a usar la sociología a mi favor, para empaparme de conocimiento y para entender por qué dicho fenómeno se estaba desencadenando en la zona donde habito.
En ese momento supe que la sociología ha estado presente en mi vida desde que era una adolescente e incluso, desde antes, pero realmente comencé a ser consciente de ello y a darle un valor cuando la elegí como carrera universitaria y cuando me enfrenté al análisis del primer fenómeno social que identifiqué conscientemente, tan solo por el hecho de que le había sucedido a una persona tan cercana en mi cotidianeidad. Me di cuenta del impacto que realmente tiene la sociología al haber estado presente durante toda mi vida, en los hechos sociales que como bien dice Durkheim se refieren a “un orden de hechos que presentan caracteres muy especiales; consisten en maneras de obrar, de pensar y de sentir, exteriores al individuo y están dotadas de un poder coactivo, por el cual se le imponen” (Silva y Garduño, 1997) estos hechos sociales los había percibido al preguntarme por qué las cosas sucedían de tal forma o por qué la gente se comportaba u opinaba de tal manera, entendí que había estado interactuando con los fenómenos sociales, en algunos incluso yo estaba inmersa.
Durante las clases aprendí acerca del surgimiento de la disciplina, la institucionalización académica que se consolidó con los teóricos contemporáneos de la escuela de Frankfurt. Con las herramientas que poco a poco me iban mostrando semestre a semestre los profesores, me di cuenta de que aquello que yo había observado en la realidad, existía en las grandes teorías de Durkheim, Marx, Engels, Weber, Goffman y que además estaba conceptualizado y sistematizado de tal forma que, por medio de la sociología como ciencia, podría acercarme a analizar la realidad y las problemáticas de mi comunidad.
Muestra de ello fue una investigación que realicé al llegar a cuarto semestre, se titulaba “Prevalencia de obesidad en santa Ana Chiautempan” en ella, analizaba los estilos de vida de la población adulta de mi comunidad como un factor que propicia la prevalencia de obesidad, principalmente indagué en los cambios sociales que afectaban la salud alimentaria pues de acuerdo con Aguilar, Medina y Sedeño (2014) la posibilidad en el individuo de elegir su tipo de alimentación, ya no es posible considerando que los estilos de vida cada vez se modifican más y se basan en las tareas laborales demandantes, ejemplo de ello es el ingreso al mundo laboral de todos los miembros de la familia nuclear, modificaciones en la jornada laboral y mayores desplazamientos, sumado a ello, el papel de la mujer en la rutina alimenticia como un factor de cambio cultural pues habitualmente las elecciones en la preparación de alimentos recaía en la mujer. Estos aspectos vienen a cambiar con el ingreso cada vez mayor de mujeres al ámbito laboral, la fragmentación de las familias, la falta de tiempo para preparar alimentos, el desconocimiento de cómo llevar a cabo una alimentación sana y claramente, el ingreso económico que limita la posibilidad de acceder a una dieta equilibrada.
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