La ola de descontento ciudadano contra el gobierno de Lorena Cuéllar alcanzó nuevas alturas esta semana, demostrando que el malestar ya no es exclusivo de un sector aislado sino una sinfonía perfectamente orquestada por diferentes voces de la sociedad.
Los trabajadores de la sección 31 del SNTE se sumaron al nutrido coro de inconformes, abucheando estrepitosamente el solo mencionar el nombre de la gobernadora. ¿Quién hubiera pensado que el magisterio, tradicionalmente respetuoso con las instituciones, terminaría manifestando su hartazgo de manera tan contundente? Pero claro, cuando el mal gobierno se convierte en epidemia, hasta los más pacientes pierden la compostura.
El evento conmemorativo del Día de la Madre trabajadora que organiza tradicionalmente el SNTE, se transformó en un involuntario referéndum sobre la popularidad de Cuéllar. Cientos de madres trabajadoras, que acudieron esperando un momento de reconocimiento, terminaron expresando su frustración ante la administración actual. Lo más revelador: la mandataria estatal brilló por su ausencia, como si intuyera el recibimiento que le esperaba. ¿Coincidencia? En política no existen las casualidades, solo las causalidades.
El pobre "Chuponcito", comediante profesional, recibió un baño de realidad cuando intentó mencionar a la gobernadora. Los abucheos fueron tan ensordecedores que hasta él, acostumbrado a manejar públicos difíciles, tuvo que pedir mesura y su comentario: "¿Por qué ya cuando la tienen cerca, hay Lorenita, Lorenita?" no solo evidencia la hipocresía política sino que resume perfectamente el sentir ciudadano: la distancia abismal entre las promesas de campaña y la realidad de un gobierno que parece sordo ante las necesidades de sus gobernados.
Analistas políticos locales (aquellos que aún pueden hablar sin temor a represalias) señalan que este descontento generalizado no es casualidad. La inconformidad se palpa en las calles, en los mercados, en los choferes, en los campesinos, adultos mayores y ahora hasta en los eventos institucionales. El ciudadano promedio ha pasado de la decepción silenciosa a la manifestación pública de su hartazgo.
Mientras tanto, en las oficinas gubernamentales, el termómetro social parece estar descompuesto. Los asesores de la gobernadora posiblemente le aseguran que estos abucheos son casos aislados, expresiones minoritarias o, mejor aún, estrategias orquestadas por la oposición. La realidad, esa terca compañera de viaje, cuenta otra historia: la historia de un pueblo que ya no está dispuesto a sonreír para las cámaras mientras ve deteriorarse su calidad de vida ante la falta de paracetamol en los hospitales algo tan elemental, o la inseguridad que ha llevado a los ciudadanos a hacer justicia por propia mano.
Lo que comenzó como murmullo de inconformidad en el municipio de Xicohzinco, se ha transformado en grito colectivo. La pregunta ya no es si hay malestar ciudadano, sino hasta dónde llegará y qué consecuencias tendrá para un gobierno que parece navegar sin brújula ni timón en el proceloso mar del descontento popular y de cara a un proceso electoral.
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