En Tlaxcala la historia se repite con preocupante frecuencia: delincuentes atrapados, identificados y hasta fotografiados con las manos en la masa, solo para ser liberados poco después. ¿La razón? Nadie los denuncia. Así, los ladrones, asaltantes y extorsionadores regresan triunfantes a las calles, como si hubieran ganado una beca en criminalidad avanzada.
El esfuerzo institucional está ahí. Policías patrullan, C2 y C5i vigilan en la entidad, las patrullas recorren las comunidades y todos los días hay detenciones. Pero hay un pequeño detalle: sin denuncia, no hay caso. Y sin caso, la ley no aplica. Así que mientras los agentes arriesgan el pellejo en operativos, los criminales se ríen porque saben que, en cuestión de horas, estarán de vuelta en sus áreas de "trabajo".
No se trata de simples rumores. Casos recientes en Apizaco, Zacatelco, Tlaxcala y Huamantla lo confirman: delincuentes atrapados en flagrancia, señalados por vecinos, reconocidos por sus víctimas. Y aun así, liberados porque nadie acudió al Ministerio Público.
Así, los mismos sujetos siguen operando con total impunidad, afectando a repartidores, comerciantes y transeúntes. Y luego nos preguntamos por qué la inseguridad sigue en aumento.
La denuncia ciudadana es la única forma de frenar este ciclo. Es entendible el miedo o la desconfianza, pero existen alternativas como el 089, donde el anonimato está garantizado. También está el 911 para emergencias y, por supuesto, el Ministerio Público, donde se formalizan las acusaciones. Sin estos pasos, todo el trabajo policial se convierte en un simple juego.
La seguridad no es solo responsabilidad de las autoridades, es un esfuerzo conjunto. Dejar de denunciar es dejar la puerta abierta a la delincuencia. Así que la pregunta es simple: ¿de qué lado estamos?
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