Campañas de demagogia…

Bernardino Vazquez Mazatzi

Muy lejos del triunfalismo, de las declaraciones de anticipado triunfo, de la supuesta aceptación incondicional del electorado, se encuentra la realidad de las campañas políticas y el verdadero rostro de los candidatos.

Pese a su lógico discurso de forzada alegría y simulada sonrisa, la sociedad no siente a los aspirantes a puestos de elección popular como sus representantes ni cree que vayan a cumplir sus promesas, ni que tengan la capacidad para cambiar a Tlaxcala o a los municipios como lo anuncian y aseguran, ni siente que compartan las inquietudes, los anhelos ni las necesidades.

Para el electorado, a los candidatos les falta compromiso, identificación con el pueblo, hablar el mismo lenguaje y la misma perspectiva de la realidad. Para la gente no hay nada novedoso en las diversas campañas de este año y eso augura iguales o peores resultados con relación a las actuales administraciones en los ayuntamientos, en el gobierno y en el congreso.

El discurso sigue siendo triunfalista, de promesas más como anhelos que como posibilidades, de confrontación y descalificación. A veces los candidatos hablan de situaciones que el pueblo conoce perfectamente porque las sufre, le hablan a la gente de su realidad cotidiana y critican al gobierno en turno por cosas que ya antes esa misma gente señaló.

Al electorado le falta el candidato que haga suya su genuina indignación por el grado de descomposición en que ha caído el poder, que exprese el hartazgo por los altos niveles de corrupción dentro del sistema, que se avergüence de la impunidad con la que actúan los funcionarios, que sienta el mismo asco por el sistema de justicia que vuelve inocentes a los delincuentes sólo por la incapacidad, ignorancia, ambición e ineptitud de jueces, magistrados y ministerios públicos.

El pueblo de Tlaxcala no escucha de los aspirantes el discurso que se ponga en consonancia con la realidad estatal y nacional, en donde los servicios de salud, pese a las cuentas alegres y a la sobrada demagogia, son de cuarta, en donde la inseguridad y la injusticia parecen ser la identidad y la cultura, en donde la corrupción es el segundo ordenamiento de cumplimiento obligado y en donde el despotismo de sus funcionarios, en realidad empleados del pueblo, es el rostro de la burocracia.

No, no hay candidato al gobierno del estado, y no habrá candidato a los ayuntamientos ni a las diputaciones, que se ponga en los zapatos del elector, acaso porque ignora la realidad de quienes los van a llevar al poder. Porque, señores aspirantes, créanme, la sociedad siente que no están cumpliendo las expectativas, que no hablan su lenguaje, que no se identifican con la realidad ni con sus necesidades.

El pueblo escucha un discurso demagógico, un tanto vació de una propuesta lógica, alejado del mensaje propositivo y conciliador, de la propuesta de dialogo y de un llamado a la participación. En su lugar se percibe el ataque al oponente que nada aporta y por el contrario, confronta y abre otro frente de desencuentros.

El pueblo, pero principalmente los jóvenes pues ellos mismos lo dicen, no se sienten representados ni atendidos ni visualizados en el corto o mediano plazo y encuentran en las campañas las mismas estrategias, los mismos discursos, los mismos recursos retóricos, igual ataque sistemático al oponente pero, lo peor, los mismos rostros, los mismos apellidos o simplemente los mismos en diferentes partidos pero con iguales ambiciones personales…

Habrá opiniones en contrario, pero la realidad es que aún se puede hacer algo pues las campañas, más que nada en los municipios, están confusas, opacas, tan sin interés… y eso es grave.