Política y políticos mediocres

Bernardino Vazquez Mazatzi

Lo único que quedó perfectamente claro en este proceso electoral que por fortuna o aparentemente está llegando a su fin, es el bajo nivel de política y de políticos que tenemos en Tlaxcala y con su actitud, acciones y omisiones, partidos y candidatos denigran a la democracia, exhiben su escaso respeto y civilidad y con ello incrementan la desconfianza a las instituciones y a la democracia.

De verdad ha resultado vergonzoso, indignante y escandaloso el grado de violencia y de bajeza alcanzado por los protagonistas de este proceso electoral que han reiterado sus intereses personales muy alejados de la promesa y del trabajo en beneficio colectivo.

Los largos y tediosos discursos vacíos, las cascadas de frases sin sentido, las promesas risibles por imposibles de cumplir, los ataques al contrincante ascendido a enemigo de muerte, la basura electoral que se acumuló por toneladas, el escándalo y el estrépito del perifoneo, los pésimos eslogan y jingles utilizados en los spots no justifican el enorme y ofensivo gasto en democracia y partidos y son el resumen de una jornada electoral insípida, pero agresiva y violenta, insustancial, pero cara y sin rumbo, sin resultados, pero con una participación tan nutrida que sólo es explicable por la riqueza que se espera encontrar.

Salvo muy honrosas y contadas excepciones, los candidatos que participaron en la contienda se condujeron como verdaderos delincuentes, como auténticos barbajanes, como unos viles pandilleros y hasta similares a miembros de la delincuencia organizada o desorganizada. Los dirigentes y dueños de los partidos políticos no se quedaron atrás y con enjundia atizaron el fuego de la violencia verbal, del ataque directo y de la descalificación. Lejos quedó el diálogo, la civilidad, el acuerdo, la palabra... la democracia.

La violencia con que se condujeron, las armas que utilizaron, los objetivos que persiguieron y los métodos que utilizaron exhiben claramente los fines que buscan, pero en ningún momento tienen que ver con el servicio, la entrega, el trabajo que modifique la imagen y el espíritu del estado, del municipio y el entorno; el saber cuánto se puede obtener y por qué tiempo se puede gozar del poder fue lo único que les dio motivos y fuerzas para encararse y rebajarse pues no pararon ni en formas ni en fondos.

En realidad Tlaxcala no merece este bajísimo nivel de política y de democracia pues nuestro estado no acepta esta forma de entender la política y no quiere aceptar que esta es la única forma de elegir a los gobernantes. La sociedad en su conjunto tiene claro que los partidos políticos ya no representan a las mayorías, que han sido rebasados por los nuevos tiempos pero no han entendido que se requiere una reinvención y otro discurso. Al pueblo le queda claro que el sistema político y democrático en México muestra decrepitud y ya no es posible seguir con este sistema por obsoleto.

Porque resulta que el precio que se paga por esta imperfecta democracia, que es altísimo y ofensivo, no reditúa las ganancias esperadas ni cumple las expectativas de la sociedad. En el congreso de Tlaxcala están quienes en ciego acatamiento el poder ejecutivo se olvidan de sus "ideologías" de izquierda y derecha y centro y levantan el dedo sólo para cumplir las indicaciones aunque con ello afecten a las mayorías. Ahí está el caso de la ley que arrebata a los presidentes auxiliares su derecho a voto en el cabildo.

Y ahí está también la improductividad legislativa, los actos de impunidad que ofrece el fuero como el que disfruta la diputada Evangelina, el reparto de las plazas sindicales, la complicidad con los alcaldes en materia de fiscalización, los cheques a granel que reciben los diputados por aprobar o congelar iniciativas... todo eso es extra al costo de las elecciones que no son más que gasto y basura.

Lo sufrido recientemente por la sociedad fue una copia exacta de lo padecido hace tres años. Porque en la elección pasada también hubo promesas, hubo planes y proyectos, hubo derroches y agresiones y haciendo un balance, la pregunta sería ¿los políticos y gobernantes de ahora nos cumplieron? ¿Lo pagado por esas campañas valió la pena? ¿Se nos cumplieron las expectativas en todos los niveles de gobierno? La respuesta es no. Y los resultados están a la vista lo mismo en el palacio de gobierno que en el congreso y en los ayuntamientos.

Es muy caro el precio que se paga en México y en Tlaxcala en particular por soñar en democracia, por aspirar a una política genuina, de respeto y de conciencia, de honor y de verdad. Lo que sufrimos ahora no es ni democracia ni política, sino el precio de la ignorancia y el conformismo.