Bernardino Vázquez Mazatzi

Negro escenario para Tlaxcala

Tlaxcala, hay bases para decirlo, está al borde de la ingobernabilidad debido a que dos de sus tres poderes han hecho crisis.

Si bien el Poder Legislativo dirimió sus diferencias y se encuentra trabajando en aparente tranquilidad, no por ello deja de enviar señales negativas para una sociedad agraviada que le paga un salario extremadamente generoso a los diputados electos por el pueblo.

A su vez, el Poder Ejecutivo se encuentra en un punto cercano al del no retorno, en el sitio al que se llega como consecuencia de malas determinaciones, en el que se está por acciones u omisiones que lesionaron no sólo a las partes en puga, sino a quienes no la deben.

La sociedad tlaxcalteca no se mereció el espectáculo ofrecido por el diputado que confundió el recinto Juárez del Palacio Legislativo en una cantina de las muchas a las que asiste para sentirse en su ambiente natural.

Quienes les pagamos sus elevados salarios no merecemos y no aceptamos que los legisladores se olviden que son parlamentarios, con todo lo que ello representa, y se conduzcan como vándalos, rijosos, pandilleros y viles mozalbetes que no conocen otra forma de dirimir sus diferencias que agarrándose a golpes.

Qué tristes escenas son las que circulan en la Internet y que ponen a Tlaxcala como ejemplo de lo que no se debe hacer. Los diputados, los que hicieron y los que no, los que dijeron y los que callaron, los que vieron y los que cerraron los ojos, deben disculparse ente el pueblo que los eligió.

Hasta este momento no se ha escuchado una frase que denote vergüenza personal o colectiva de los parlamentarios por sus actos, propios de gente con más ambiciones que buenos modales y voluntad de servicio… ¡qué vergüenza! Los tlaxcaltecas no nos merecemos esta legislatura.

Sus acciones y omisiones tienen consecuencias en lo inmediato y en el futuro cercano. La imagen del estado y su Congreso son vergüenza colectiva; el resultado de ellas repercute negativamente en las finanzas de los municipios y en las inversiones y el desarrollo del estado, y de eso no dicen nada.

Por lo que respecta al Poder Ejecutivo, ahora más que nunca se encuentra en la antesala del caos debido a la falta de operadores políticos, de gente con capacidad de conciliar (que no de negociar) y por la ausencia de personajes conocedores de las leyes y de la problemática estatal… lo que ocurre se debe en mucho a la arrogancia, ignorancia y ceguera de muchos funcionarios que no funcionan pero que se mantienen en su puesto por compromisos.

Para el régimen, las marchas de inconformidad, los plantones, los mítines y las críticas de analistas que alertaron por diversos medios, no son importantes pero sí provenientes de enemigos políticos y de gente que quiere desestabilizar el gobierno; nada más equivocado.

La sociedad organizada, la que sí quiso trabajar al lado de las instituciones, la que ofrecía propuestas y esfuerzo conjunto, la que jamás pensó en arrancarle ningún poder a ningún gobierno paranoico, se encontró con las puertas, los oídos y los ojos cerrados del poder que en respuesta, ofreció garrotazos, gas lacrimógeno e imposición de ideas.

El pueblo no ve avances, no ve cambios que conduzcan a una convivencia armónica de los sectores, no vislumbra uno o varios canales de entendimiento, no se prevé la llegada de personajes confiables para iniciar el dialogo y no se ve la voluntad de nadie que desde el poder acepte que hay diversidad de pensamiento y de formas de actuar y que esa diversidad es la que da la unidad.

En ese escenario, la situación general para el estado de Tlaxcala se anuncia de gris a negro. La pérdida de confianza de la sociedad hacia sus poderes es una herida muy grave y muy grande que sólo unos pocos se atreven a negar. Las voces son de la generalidad y son cada vez más fuertes y enérgicas que demandan un cambio radical ya no en el sistema, ya no en el régimen, sino en el estado.

Los días por venir marcarán el futuro de Tlaxcala y este habrá de representar ya no un cambio de actitud del gobierno, sino el cambio en el gobierno y que este se dará desde los pinos o Gobernación pues ahí sí tienen claro que la situación en la entidad más pequeña del país, es insostenible.

Este régimen, centrado en el cobro de deudas personales, en la venganza política contra enemigos imaginarios, aferrado a una idea paranoica y a un delirio de persecución, se olvidó que su objetivo era unir a la sociedad y centrar sus esfuerzos en el crecimiento y avance de Tlaxcala, elementos totalmente ausentes en la realidad y sólo existentes en los medios de comunicación creados para la alabanza.

Así, frustró los triunfos de muchos priistas en estas elecciones intermedias, confrontó y enfrentó a los tlaxcaltecas, agrandó la distancia entre el pueblo y el gobierno, evidenció intereses ajenos al servicio y puso en riesgo la estabilidad social. Esto va a acabar, y pronto, solo se espera que este cambio no acarre alguna tragedia.