Bernardino Vázquez Mazatzi

Escritor y periodista

En mi visita a Guatemala, en 2012, y hablando ante intelectuales de América Latina, dije que habría que quitarle el discurso a los políticos y en general a los hombres y mujeres del poder porque está construido de mentiras y buenas intenciones. Los gobernantes carecen de la autocrítica y de los juicios mesurados los cuales sustituyen por cuentas alegres y autoelogios.

En materia de enseñanza, de instrucción, de escuelas, de maestros y alumnos, elementos estos a los que llamamos “Educación”, la realidad desnuda al discurso y pone a los regímenes en el lugar que les corresponde: en el último en cuanto a resultados.

La prueba PISA acalla con su triste y vergonzosa realidad el grito triunfalista de los gobiernos y de los burócratas que se desgañitan tratándonos y tratándose de convencer de logros de a mentiras y avances de papel. Para el sistema las cifras, las gráficas, las estadísticas y en sí los números son los que cuentan; los resultados no. Pagan por publicar lo que les conviene, lo que adormece su (in) conciencia y así, sobrados de autoelogios se satisfacen con el monigote que construyen.

Cuando el poder o el sindicato hablan de “logros en educación”, “avances sin precedente”, “triunfos sobre la ignorancia” e “inversiones nunca antes vistas”, su discurso es elocuente, distorsionado, demagógico… la realidad es vergonzosa, es triste, es nuestra fría realidad: como país somos un fracaso. Las cifras reales, los datos concretos y la verdad están ahí para reprocharnos a todos los mexicanos que no hemos sido capaces de entender los nuevos tiempos del mundo.

En materia de “educación”, simple y sencillamente no se está haciendo lo necesario y lo que se hace, se está haciendo muy mal. No hay calidad ni nivel de enseñanza, no hay motivación de aprendizaje en el alumno, no hay interés de los padres en el aprovechamiento de los hijos, no hay oportunidades para quienes obtienen un título, no hay una estrategia global y generalizadora para atender y entender todo esto…

Estamos a años luz de adquirir primero, la voluntad por erradicar viejos esquemas y programas que no obstante que han demostrado su estúpida existencia, aun se financia y luego, ignoramos que romper paradigmas da mejores resultados que acatar recetas que deben cumplirse aunque se muera el enfermo.

En materia educativa hay muchas cosas por hacer… el problema es que esas muchas cosas no las ha hecho bien el gobierno, el sistema ni el sindicato ni las inversiones ni las buenas ni las malas intenciones. Pero tampoco estas entidades le han dado la oportunidad a la sociedad de hacer algo o mucho. Y es que mucho del fracaso se debe a la soberbia del poder que desdeña la capacidad y la obligación de antes ajenos a su sagrada existencia.

En realidad es mentira que el poder escuche a la sociedad y que le otorgue un lugar en la toma de decisiones. Es mentira que el país se encuentre preparado para afrontar los retos inmediatos y el futuro… no es cierto que haya avances en el aprovechamiento escolar en los planteles de México… es falso que nuestros jóvenes vayan al encuentro de un futuro promisorio. No con este bajísimo nivel educativo.

Y sin embargo las declaraciones, los discursos y los mensajes subliminales continuarán tratando de hacernos creer que vamos bien.

No, no vamos bien porque en México ni los niños, ni los jóvenes, ni los adultos, ni los políticos ni los gobernantes leen. No vamos bien porque no tenemos acceso a la cultura y a las artes, no vamos bien porque el poder, por negociaciones, premia a los delincuentes que se dicen maestros, no vamos bien porque los padres de familia creen que la responsabilidad es solo del gobierno y de los profesores, no vamos bien porque carecemos de Valores Humanos y conciencia y principios que nos lleven a ser ciudadanos responsables.

Saber que en ciencia, debemos vivir 70 años para alcanzar a los estudiantes de otros países nos debe saber a tragedia. Saber que somos el último lugar en lectura y en otras materias nos debe llenar de vergüenza… pero sobre todo, debiera hacer que el poder, por una sola vez, sea capaz de reconocer su fracaso.

Necesitamos oír de alguien que se ha equivocado, nos hace falta escuchar que hay opciones y alternativas que saquen adelante al país, urgen propuestas viables y positivas que sí las hay, que se encuentran no necesariamente en el magisterio ni en el gobierno ni el presupuesto, sino en la sociedad… el poder debe dejar su arrogancia  y debe empezar a escuchar.

La humildad, el pedir perdón y tratar de rectificar son también valores, valores que tanto nos faltan en estos días aciagos para la educación en México.