Adriana Dávila Fernández

México es un país de jóvenes.  Según el Censo de Población y Vivienda 2010, la mitad de los habitantes tienen 26 años o menos.  Una de cada  cuatro personas tiene entre 15 y 29 años.

Cerca del 47% de los jóvenes trabaja y un 26% estudia. El promedio de escolaridad no supera el nivel secundaria; los niveles de deserción son de casi 14% en bachillerato y del 21% en el nivel profesional técnico.  Un 26% está conformado por los “ni nis” (ni estudia ni trabaja).

Al ser el nuestro un país de jóvenes, los legisladores debemos procurarles condiciones socioculturales para que tengan la oportunidad de desarrollar sus talentos en beneficio de su comunidad, de su municipio, de su estado y de su país.

Uno de los problemas más apremiantes que debemos atender es evitar que los jóvenes se integren cada vez más a las filas de la delincuencia organizada.  Sin lugar a dudas, son los espacios de convivencia para los jóvenes y entre los jóvenes, los puntos de encuentro para "engancharlos” con trabajo aparentemente sencillo, con buena paga, que en el corto plazo les da abundantes beneficios económicos que no verían en otras circunstancias.

Para dejar atrás toda posibilidad de  que los jóvenes se involucren en este tipo de actividades, es que debemos impulsar educación de calidad en la casa, las aulas y en cada relación de convivencia

Ante esta inquietud, es importante que el Instituto Mexicano de la Juventud elabore, conjuntamente con otras dependencias y entidades de la Administración Pública Federal,  programas Y cursos de información y orientación, sobre la prevención del delito y la cultura de la legalidad, que no es otra cosa que asumir la ética de la responsabilidad.

Por eso, presentaré la iniciativa para reformar la fracción XIII del artículo 4 de la ley del Instituto Mexicano de la Juventud.

Estoy convencida de que si se logramos orientar y cambiar el pensamiento de los jóvenes para inculcarles  sentido de  responsabilidad con su comunidad; una cultura de la legalidad para respetar las reglas que nos hemos dado; hacerlos que tengan conciencia plena de sus actos y las consecuencias de los mismos, lograremos transformar primero un hogar, una casa y ello tendrá repercusiones positivas en la manzana, la colonia, la Patria.

Hay que inculcar la vocación de servicio y atención por los demás, en un marco de libertad en el que se respeten todas las formas de pensamiento y que fomenten la sana interacción en la sociedad. Hay que recordar que los cambios en las personas fructifican en cambios sociales.  Ser mejor persona sin duda  producirá la transformación social.

Decía José Vasconcelos,  NADIE PODRÁ DETENER EL IMPULSO DE UNA JUVENTUD UNIDA Y ACIVA, GENEROSA Y LIBRE.

Los jóvenes, al igual que los adultos y los niños, son presente de este México lleno de retos. Trabajemos de manera conjunta, no sólo para dejarles un mejor país, sino las herramientas necesarias para que crezcan, se formen y desarrollen su vida y proyectos dentro de una cultura de legalidad, que no permita invasión ni atropello al otro y que lo respete; que tolere identidades, raza, ideología, religión diferentes a la propia.

Falta mucho camino por recorrer, hagamos lo que nos toca.