La democratización en nuestro país comienza desde arriba y a los de abajo hay que enseñarles, hay que orientarles y llevarles por el camino que se dicte; ante este panorama la forma de resolver esta crisis fue a través de crear instituciones que permitan encauzar políticamente a México; ello fue posible a través de la reforma política de la segunda mitad de la década de1970 y los cambios que hemos presenciado a finales del siglo pasado y en estas dos primeras décadas de este siglo, no creemos resuelvan a largo plazo en problema de nuestro país.
La democratización que hoy vivimos, no solamente, como ya señalamos, es impulsada desde arriba, sino que en la primera mitad del siglo XX se apuesta por una estabilidad no vista en casi todo el siglo XIX, esta se concentra en dos aspectos; por una parte, se comienzan a sentar las bases de un desarrollo económico acelerado; por otra parte, se construye un sistema político que garantice la estabilidad y la paz, lo anterior basado en una cultura de homogeneización.
El desarrollo económico basado en la fundación de un proceso de industrialización, estuvo motivado por el impulso de la industria militar en Europa y en los Estados Unidos, dejando los mercados latinoamericanos a su suerte, situación aprovechada por los países de esta región.
Asimismo, había una efervescencia nacionalista y el pretexto idóneo fue destacar la naturaleza popular de la Revolución Mexicana, construyendo un discurso basado en lo positivo de los gobiernos emanados de dicho proceso, representado en la construcción de un nuevo Estado y un partido político que lograra edificar una identidad que permeara a la sociedad mexicana posrevolucionaria.
El convulso y anárquico siglo XIX y los excesos en la Revolución Mexicana estuvieron marcados por el robo, la violencia y la corrupción; a pesar del proyecto de nación construido en el siglo XX, que cambió significativamente el panorama nacional, no modificó de raíz la cultura heredada desde la Colonia, agudizada en el XIX y exacerbada en la guerra civil iniciada en 1910, hay obras que retratan al México que no cambia, pese a los proyectos de nación que se cimientan y que no logran solucionar problemas de fondo; dichas obras son El periquillo Sarniento de Joaquín Fernández de Lizardi, El cura y la Opera, así como Los bandidos de Río frío de Manuel Payno y El Zarco de Ignacio Manuel Altamirano, entre muchas otras.
Ya avanzado el siglo XXI, México no logra extirpar males que arrastramos desde la Colonia y que forman parte de nuestra realidad: como la compra venta y herencia de puestos burocrático, las trampas políticas para obtener puestos de elección popular, el uso de la violencia para hacerse de recursos. Esta realidad cultural mexicana es nuestro pan de cada día; los cambios culturales son de larga duración y no es posible pensar en ellos en corto tiempo.
La democratización de México solamente se circunscribe a cambios de forma no de fondo, será necesario pensarla en otros términos.
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