Hace un par semanas la coordinación de Sociología de nuestra UAT tomó la iniciativa de fomentar la lectura entre sus estudiantes matriculados, ello pareciera una iniciativa dirigida a estudiantes sin un fin específico y menos perseguir un fin bienintencionado y con un claro objetivo que permite dimensionar lo importante que es la lectura para disciplinas como la Sociología.
Después de dar inicio de estas actividades relacionadas con el fomento a la lectura entre los estudiantes de Sociología, hicimos un primer ejercicio con los estudiantes de tercer semestre y ello me llevó a realizar consideraciones que van más allá de nuestro ámbito académico y nos corresponde reflexionarlo a todos. Las consideraciones son las siguientes:
En primer lugar, en nuestro paso por los diversos niveles en la educación nos han señalado la importancia de la lectura y ello ha permitido la proliferación de una cantidad abundante de reflexiones sobre el valor, en el sentido amplio del término, de la lectura; las que van desde considerar su sustento básico para el establecimiento de relaciones hasta su excesiva romantización y exacerbación de lo sustancial que es la lectura.
Ahora bien, fomentar la lectura precisa considerar dos aspectos; en primer lugar, es una acción que supone disposición y convicción; además de ello, para medir la eficiencia de la lectura no es a través de la cantidad, ni de la rapidez en la lectura.
Pareciera que la lectura de libros y libros nos llevaría necesariamente a un estado de conocimientos superior, pero hay quienes se niegan a pensar que con la lectura automáticamente somos mejores personas, pero en realidad nuestro el cambio cualitativo no funcionó; además habría que considerar que en un esfuerzo por motivar la lectura se les entrega a los publicistas la tarea de motivar…
En segundo lugar, la lectura “Los niños héroes ¿fueron héroes niños?”, después de la lectura y la discusión en clase llegué a una serie de conclusiones El resultado entorno a la serie de batallas dadas en las dos primeras semanas de septiembre de 1847, fue la caída de la ciudad de México ante el ejército norteamericano; batallas que se dieron desde Churubusco, Molino del Rey, Mixcoac, el Castillo de Chapultepec y, finalmente, ver ondear la bandera de Estados Unidos en lo alto del Palacio Nacional el 15 de septiembre de ese año.
Todo se ha reducido a una ceremonia cada 13 de septiembre y recordar a los cadetes del Colegio Militar muertos en la toma del Castillo de Chapultepec; el triunfo del ejército de Estados Unidos se debe a una serie de circunstancias cuyo origen se circunscribe a la lucha interna por el poder; primero, al consumarse la independencia entre las logias escocesa y yorquina, posteriormente entre federalistas y centralistas y, paulatinamente, derivo esa lucha entre liberales y conservadores.
Por ejemplo, Roa Bárcenas, participante en la batalla del Castillo de Chapultepec, señala que, con las reservas que las circunstancias le merecen, el plan de defensa construido por el ejército mexicano fue el correcto, no obstante, el número reducido de soldados y las limitaciones de armamentos de que disponían; ante esta situación puntualiza que la derrota de los mexicanos se debió fundamentalmente a los siguientes aspectos:
De manera particular, otro participante en la guerra contra Estados Unidos, Manuel Balbontín, puntualiza lo siguiente: “Se nota desde luego en la mayor parte de las batallas, poco tino para escoger y ocupar posiciones, ningún cuidado para preparar la retirada en caso necesario, y gran negligencia para asegurar y defender los flancos y evitar que el enemigo los envolviera con facilidad, como varias veces sucedió. Estas eran las causas de que algunas derrotas fuesen tan desastrosas. Es digno de notarse de que en la única parte en donde se tomó la ofensiva, que fue en la batalla de la Angostura, los resultados fueron favorables…Es verdad que entretenidos nosotros con las frecuentes revoluciones que se sucedían periódicamente, poco o nada nos ocupábamos en estudiar y preparar un sistema de defensa, y que la invasión nos sorprendió por completo, porque la mayor parte de los mexicanos no creyó que tal guerra pudiese venir. Un orgullo nacional mal entendido y un desprecio inconsiderado de nuestros vecinos, contribuyeron también a asegurarnos en nuestra indolencia”.
Asimismo, es sabido que las condiciones en que se encontraba el ejército mexicano eran deplorables, ello se debía a las constantes confrontaciones internas, años atrás la lucha fue entre quienes pretendían derogar la Constitución de 1824 e imponer las 7 leyes y dar paso a una Republica centralista, lo cual no se logra, pero si prolonga la guerra interna hasta la llegada de los norteamericanos.
De igual forma, no había dinero en las arcas públicas y el ejército no contaba con lo necesario para resistir la invasión del vecino del norte, fue inminente la derrota y la perdida de territorio.
Lo que nos muestra el siglo XIX mexicano, particularmente la guerra con Los Estados Unidos, son producto de las luchas internas; en reiteradas ocasiones las potencias extranjeras quisieron aprovechar la disputa interna para mermar el territorio nacional y en buena medida lo lograron. El principal enemigo de México fue la disputa por el poder, la lucha irreconciliable entre liberales y conservadores. Muchas voces de la época veían un México dividido, sin un sistema definido, en la pobreza y ante las potencias mundiales que buscaban una reorganización del orden mundial.
Finalmente, precisamos comprender la multiplicidad de interpretaciones de la historia, la veracidad reside en los argumentos que se esgriman y las fuentes en la que nos apoyemos. No existe la verdad en la historia, hay verdades que se construyen de acuerdo al espacio y el tiempo que vivimos.
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