La senadora Ana Lilia Rivera volvió a evidenciar sus prioridades políticas, pues mientras Tlaxcala atraviesa una crisis de seguridad sin precedentes, con homicidios diarios que cobran la vida de mujeres, niñas y hombres, la legisladora morenista encontró tiempo para viajar a España y expresar sus condolencias por los asesinatos ocurridos en la Ciudad de México, pero mantiene un silencio ensordecedor ante la sangre que se derrama en su propio estado.
El martes pasado, tras el asesinato de Ximena Guzmán y José Muñoz —secretaria particular y asesor de la jefa de gobierno Clara Brugada, respectivamente—, Rivera se apresuró a publicar en sus redes sociales: "Expreso mi profunda tristeza por el deceso de Ximena Guzmán y José Muñoz, colaboradores de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada. Mi solidaridad y sinceras condolencias a sus familiares. Elevo mis oraciones por su eterno descanso, y me sumo a las voces que expresan rechazo total a la violencia y exigencia de Justicia."
Palabras nobles, sin duda. El problema es la selectividad de su indignación.
¿Dónde están esas mismas palabras para las víctimas tlaxcaltecas? ¿Dónde el "rechazo total a la violencia" cuando se trata de los cientos de homicidios registrados durante el gobierno de su correligionaria Lorena Cuéllar? ¿Dónde está la "exigencia de justicia" para las familias que lloran a sus muertos en suelo tlaxcalteca?
La respuesta es incómoda pero clara: Ana Lilia Rivera está más ocupada haciendo campaña para suceder a Cuéllar en la gubernatura que en cumplir con su responsabilidad como representante del pueblo tlaxcalteca en el Senado.
Mientras la senadora se paseaba por el extranjero, en Tlaxcala la violencia no tomó vacaciones tan solo el pasado din de semana 4 muertos se registraron. La fallida estrategia de seguridad de la gobernadora Lorena Cuéllar ha convertido al estado en un territorio donde la muerte se ha vuelto cotidiana. Sin embargo, ni una sola crítica, ni un solo cuestionamiento ha salido de los labios de quien debería ser la voz de los tlaxcaltecas en el Congreso de la Unión.
La diferencia en el trato es reveladora de las prioridades de Ana Lilia Rivera. Mientras que expresar condolencias por víctimas de la Ciudad de México puede sumarle puntos políticos en el ámbito nacional y fortalecer su relación con otros liderazgos de Morena, alzar la voz por la inseguridad en Tlaxcala implicaría cuestionar a quien hoy ocupa el cargo que ella ambiciona.
Es el cálculo frío de quien antepone sus aspiraciones políticas al dolor de su pueblo.
Los tlaxcaltecas tienen derecho a preguntarse: ¿para qué sirve tener una senadora que guarda silencio ante la crisis de seguridad más grave en la historia reciente del estado? ¿De qué vale una representante que encuentra tiempo para viajes al extranjero con recursos públicos y para solidarizarse con víctimas lejanas, pero ignora a las de su propia casa?
La clase política tlaxcalteca, encabezada por figuras como Ana Lilia Rivera, Raymundo Vázquez, ha optado por la complicidad del silencio. Mientras las familias lloran, mientras el miedo se instala en las calles, mientras la violencia se normaliza, ellos calculan votos y planifican campañas.
Ana Lilia Rivera le debe una explicación a los tlaxcaltecas. Le debe un pronunciamiento a cada familia que ha perdido a un ser querido. Le debe una crítica honesta a la estrategia de seguridad que ha fallado estrepitosamente.
Pero sobre todo, les debe la honestidad de reconocer que para ella, algunas víctimas valen más que otras. Y que los tlaxcaltecas, por desgracia, no están entre sus prioridades.
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