Antes de encender el motor del tráiler, José Cándido toma el rosario que cuelga en el espejo retrovisor y se encomienda a Dios. Le pide que lo proteja durante el trayecto y que lo regrese con bien a casa.
“Ya tengo tres asaltos en carretera”, nos dice como si hablara de heridas de guerra. “Sale uno de la casa y ya la señora está con el alma en un hilo. ¿Y por qué? Porque las noticias dicen que los camioneros que salimos ya no regresamos, que desaparecemos. Ahora que si bien nos va, nos golpean y nos dejan botados en la carretera”.
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