Al conmemorarse el 47 aniversario del descubrimiento de las pinturas murales de la zona arqueológica de Cacaxtla, la Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, a través del Centro INAH, presentaron videoconferencia con participación de los arqueólogos Eduardo Merlo Juárez y Andrés Santana Sandoval, quienes encabezaran las primeras investigaciones del hallazgo en tierras tlaxcaltecas.
Haciendo alusión a este 2022, declarado Año del muralismo por conmemorarse el primer centenario de este género de la plástica en nuestro país, el director del Centro INAH Tlaxcala, José Vicente de la Rosa, consideró inminente puntualizar en el pasado prehispánico que desde entonces ha reflejado el devenir económico, político y cultural de la sociedad a través de la pintura, al referirse al acervo pictórico del sitio al iniciar la charla realizada de modo virtual.
Al referir a la analogía que “une al México de ayer con el actual”, como mencionó el funcionario, puntualizó también en la destacable labor de investigación que en torno a la gran urbe prehispánica implicó el gran suceso, justamente un 13 de septiembre, pero de 1975 y que hoy continúa siendo un referente en la arqueología.
El reconocimiento tocó asimismo a la titular del sitio, la Arqlga. Yajaira Gómez, quien así inició la serie de actividades que llevará a cabo en diferentes fechas en el marco de la celebración con el interés de “visualizar de manera distinta la dimensión del valor e importancia que tiene la zona y que da identidad a la comunidad en general”, como señaló.
Reunir a los arqueólogos Merlo Juárez, investigador emérito del INAH y Santana Sandoval, investigador del Centro INAH, resultó en una interesante reminiscencia del descubrimiento. Ambos hicieron acopio de las experiencias vividas, documentadas y también de las anécdotas que conformaron uno de los episodios más relevantes de sus trayectorias.
Desde que don Antonio Luna, campesino encargado del área del hallazgo, informó a las autoridades eclesiásticas y éstas al INAH, entonces Centro Regional Puebla-Tlaxcala -como acotó Merlo-, los dos chipotes que sobresalían de entre los cuales se advirtió una gran barda, que hoy se sabe es una fortaleza, la investigación que en un inicio parecía improcedente por las acciones que implicaría, transcurrió en colaboración de autoridades en gestión y conjuntamente con los especialistas de la dependencia federal.
“Recuerdo usar una cámara Pentax y tomar muchas fotos, incluyendo el plantío de amaranto rojo que cubría una loma, a la que subimos -dijo el arqueólogo, al tiempo de externarse asombrado al asegurarse que se trataba de vestigios arqueológicos-. Desde ese momento, don Antonio Luna aclaró que estábamos en San Miguel del Milagro, pero el lugar se llamaba Cacaxtla. Y de inmediato notifiqué al teniente del pueblo y al INAH del paraje ubicado a 2 kilómetros al poniente de San Miguel del Milagro”.
Agosto del siguiente año, el proyecto de excavación tomó forma y Merlo, junto con sus compañeros Diana López y Daniel Molina, verificaron lo que pobladores descubrieron “arañando la tierra”, como acotó el investigador. Se trataba de una figura humana plasmada en color azul maya con formas de pájaro y jaguar. “Se asustaron recordando que ahí hubo la aparición del Arcángel San Miguel, el cual expulsó al diablo y lo relacionaron, pero el trabajo arqueológico confirmó la anatomía bien delineada del hombre pájaro, algo que no se había visto en Mesoamérica”, mencionó Merlo.
Las evidencias olmecas, como el cetro y cinturón con una “X” en la figura, el marco con animales acuáticos y las plantas de maíz, evidenciaron la presencia de los olmecas-chicalancas, dijo el investigador. Sin embargo, la pintura azul maya, apunta a esa cultura. En este sentido, la Arqlga. Gómez, coincidió en el sello de los mayas.
La noticia del hallazgo captó la atención de nacionales y extranjeros, pero “fuimos celosos y compartimos información hasta haber descubierto lo que hoy se conoce”, apuntó Merlo.
“Reflexiones sobre la conservación de Cacaxtla” fue el rubro bajo el cual el arqueólogo Santana Sandoval abordó un segundo momento en la investigación de la pintura mural del sitio.
Su desempeño inició en 1976, “recuerdo un lugar cubierto por nopaleras de tres metros. Y algo de destacar es que el tepetate de alrededor no tocaba la loma, era solo tierra con la que se cubrió y protegió”, subrayó Santana.
Transcurrido el tiempo y pese a las acciones de conservación, se mencionó de los estragos de las condiciones climáticas, lo que requirió un techo para resguardar los murales. Sin embargo, los problemas de humedad y una fuerte granizada, en mayo del 2007, provocó el colapso del techo. Se reconstruyó haciéndolo mucho más seguro y protege los vestigios hasta hoy.
Sobre las labores de limpieza, parte de la conservación, Santana recordó un importante proceso en 2004, “pero hace 8 años, parecía excesivo el trabajo y se pensó en retocar”, compartió, asintiendo que el polvo fino de tepetate conservaba la gran herencia que significan las pinturas. “Se tendrán que tomar decisiones a futuro para conservar esta herencia”, concretó.
Finalmente, la reflexión en torno a los retos que marca la conservación y preservación de las pinturas murales para la arqueología, acentuaron en el análisis del estado actual y una perspectiva a futuro de manera conjunta para preservar el patrimonio.
Un festival cultural cerrará las actividades de conmemoración el último domingo de este mes, en un acercamiento con la comunidad que convive y celebra su patrimonio.
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