La noticia llegó como un doble golpe seco. El primero se sintió el lunes 26 de enero a través de un correo electrónico; el segundo, una semana después, con el cierre de las instalaciones de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).
En una carta membretada dirigida a un centro de atención para migrantes en Ciudad de México, se informó la suspensión de la ayuda exterior estadunidense por 90 días. Sin embargo, apenas siete días después, se confirmó que no era una medida temporal: miles de empleados fueron despedidos y numerosos programas fueron cancelados.
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