El 6 de junio de 2021 nos enfrentamos a una elección clave en el país, se renovarán 15 gubernaturas, 21,368 cargos, también se renovará la cámara de diputados 300 por mayoría relativa y 200 por la vía plurinominal 500 legisladores en total, además de 30 congresos locales; de acuerdo con el INE a febrero de este año se cuenta un padrón de 95,027,185 registros, de los cuales 48,209, 096 son mujeres y 45,005, 374 son hombres. Esta circunstancia conduce de manera obligada a revisar las configuraciones actuales de los partidos políticos y las tácticas para conseguir el voto de la ciudadanía, además, el contexto de pandemia que desde hace un año estamos experimentando plantea desafíos en la manera en que este proceso electoral se desarrollará y concluirá.
A propósito del 8M es inevitable colocar la mirada en los actores políticos que participan en este proceso: partidos, coaliciones e institutos electorales, candidatas y candidatos, factores que sin duda tendrán un impacto en la agenda electoral, como se va desarrollando y sus resultados, sobre todo interesa poner atención en el lugar que ocupan las demandas de las mujeres de este país y quienes tendrán una participación decisiva en el rumbo que tomen los resultados electorales y en consecuencias muchas de las decisiones que impactan a la ciudadanía en general.
Intentando hacer un recuento de los desafíos que ha planteado no solo el movimiento feminista y el 8M, sino todas aquellas acciones que a través del activismo en los espacios públicos, la incidencia legislativa y mediática proporcionan valiosas referencias para revisar de manera breve la lógica patriarcal con la que han venido funcionando el Estado y el sistema de partidos políticos en nuestro país y sus repercusiones en las mujeres como sujetos políticos y de derechos.
Gerda Lerner historiadora y feminista en sus múltiples estudios señala que el sistema patriarcal funciona y se mantiene vigente en gran parte por la cooperación de las mujeres, sí, esta contribución está determinada por una violación sistemática de sus derechos: discriminación, represión, coerción y/o recompensa con privilegios, así como acceso a recursos económicos y políticos, pero sobre todo limitar sus posibilidades para conocer nuestra propia historia, ignorar los procesos de lucha y logros de las mujeres es una forma de mantenernos subordinadas y determina incluso que las mujeres también se sumen al pacto patriarcal.
Esta lógica se reproduce al interior de los partidos políticos es reflejo del orden patriarcal imperante en el sistema político mexicano, empiezo por señalar que esta “falacia androcéntrica” como la define Lerner, no puede ser transformada añadiendo a las mujeres como lo ha hecho creer la paridad de género con la participación y endeble representación equilibrada de mujeres y hombres en los puestos de poder y de toma de decisiones, como muestra es suficiente observar y realizar un recuento del poco interés por partidos y candidatos en posicionar y reivindicar los temas que atañen a todas aquellas prácticas que vulneran los derechos de las mujeres.
Desde la óptica de los partidos políticos la doble moral es permisiva para los hombres, limitante e inquisitiva para las mujeres, mientras que grupos de hombres desde los espacios de poder y la élite política han creado redes de trata de mujeres con fines sexuales, pedofilia, pornografía infantil, sectas sexuales como NXIVM y una larga lista de conductas que atentan contra la dignidad y vida de las mujeres y niñas, se tiene que someter al escrutinio desde la óptica masculina el derecho al aborto, a la identidad sexual, al matrimonio igualitario, solo por poner un ejemplo. La cultura patriarcal dominante en los partidos políticos fundados en una cultura machista y homófoba invisibilizan además de a las mujeres y las niñas, a militantes y/o representantes que se asuman abiertamente gays o lesbianas.
De este modo la indiferencia y la desprolija lista de frases que ridiculizan, minimizan y deslegitiman las demandas de las mujeres, en general, perpetúa el mensaje de que el patriarcado sigue vigente y el estado y sus estructuras lo permiten y respaldan. Este mensaje niega el acceso a sus derechos a mujeres, militantes, ciudadanas, por el simple hecho de ser mujeres, deslegitima y minimiza las demandas de acceso a la justicia y el cese de la violencia y los feminicidios.
Desde el discurso hegemónicos dominantes respaldado por los sectores más conservadores de la sociedad, empresarios, iglesia clasifican a los feminismos como movimientos marginales, estableciendo una postura de absoluto rechazo y desde la cual los partidos políticos y gobiernos a los que Rita Segato refiere como “cofradías mafiosas que solapan políticos, policía, jueces, magistrados”, mantiene pactos de silencio y lealtades masculinas que laceran el tejido social y que han traído como consecuencia la impunidad de la que gozan aquellos quienes violentan, desaparecen y asesinan mujeres en este país.
El potencial emancipador de las mujeres no reside solo en exigir cuotas de género de cumplimiento obligatorio en materia de igualdad de representación, es trazar un eje en la agenda electoral que sea permanente, que sea un objetivo a alcanzar por quienes aspiran a puestos de elección popular y de toma de decisiones, se radicaliza la crítica al activismo en la vía pública pero las propuestas son nulas dentro de un sistema que la misma estructura de poder y élites gobernantes colapsaron, no hay estrategias contundentes ni realistas para que se erradiquen múltiples formas de discriminación y violencia hacia mujeres y niñas, es evidente que todos los partidos políticos mantienen en sus estructuras el pacto machista.
EL 8M representa todas las conquistas que no concesiones, las mujeres sí tenemos memoria y tenemos la responsabilidad de realizar un recuento de las deudas que los partidos políticos y el Estado tienen con el respeto de los derechos de todas, la pandemia de COVID-19 vino a confirmar el diagnóstico que ya se sabía, confirmó las múltiples desigualdades que experimentan las mujeres de manera cotidiana y acentuando la violencia.
Esta costumbre del sistema patriarcal es tan profunda que las barreras de protección se colocan y anticipan a las manifestaciones masivas de exigencias legítimas por la protección de derechos sexuales y reproductivos, contra el acoso y la violencia, para la activación de las alertas de género en todo el país, para dar certidumbre a todas las madres que tienen hijas desaparecidas o asesinadas, la intervención de las colectivas para escribir los nombres de las víctimas de feminicidio se transforma en un grito de ya basta.
Cada 8M es un tiempo de revisión de las estructuras que oprimen y desgastan, esperanza de aspirar a lo que Carlos Monsiváis escribe en su libro misógino feminista: la lucha de las mujeres consiste en derrotar al patriarcado y construir una victoria social para todas y todos.
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