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Día Naranja Sexismo cotidiano: actitudes que marcan la diferencia por Olivia Araceli Aguilar Hernández

Columna por Olivia Araceli Aguilar Hernández
Lun. 25 de jul., 2022. 06:13 PM
Olivia Araceli Aguilar Hernández
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Día Naranja Sexismo cotidiano: actitudes que marcan la diferencia por Olivia Araceli Aguilar Hernández

Hay personas que se declarar abiertamente indiferentes o en contra de los temas de género, ya sea por desinterés, desconocimiento y/o resistencia; en esta segunda entrega le invito a que hagamos una aproximación desde lo cotidiano, desde nuestras experiencias diarias intentaré acercarle a través de los testimonios de las mujeres a incidentes que ilustran claramente como el sexismo se ha normalizado en todos los espacios de socialización y el primer gran silenciador es la incredulidad sobre lo que ocurre.

En principio, decimos lo anterior porque, déjeme contarle, esto no es una ocurrencia, ya en el 2012, hace una década, la escritora británica Laura Bates, que colabora en el diario británico The Guardian, se enfrentó al trato desigual por ser mujer, por su apariencia física y por su preferencia sexual; ello le llevó a fundar la página web “Everyday Sexism Project”, donde personas de todo tipo tenían la libertad de compartir sus experiencias de sexismo normalizado, resaltando, sobre todo, que no se trata de una lucha del poder entre hombres contra mujeres sino de personas contra prejuicios

Algo tan trivial y cotidiano como es la publicidad puede ser el mejor ejemplo para identificar el sexismo, como el que cotidianamente reproducimos no sólo estereotipos sino violencias; una marca de lentes comparte el siguiente mensaje “Tenemos lentes para toda ocasión: Lentes para ver telenovelas y de fondo una mujer con lentes”, acto seguido entre los muchos comentarios aparece uno que dice: ¿Tendrán lentes que hagan que no vea a mi esposa?, si llegando a este punto usted considera que es una exageración, lo primero es entender que el sexismo es un problema invisible, porque en la cotidianeidad hay situaciones como las que acabo de describir, se diluyen entre los mensajes ocultos, la indiferencia y la justificación.

No es fácil observar en estas estrategias publicitarias malicia, se le quiere reconocer, se le toma con recelo y cautela, simplemente porque las personas no admiten contemplar este tipo de situaciones y porque van a seguir pretendiendo que no lo ven y, en el peor de los casos, las afectadas tampoco dicen nada, será que las mujeres nos encontramos limitadas bajo la sospecha de ser tachadas de “quejumbrosas”. Basta con observar los testimonios de adolescentes que en los espacios públicos son objeto de miradas lascivas, insultos y acoso, como recurrentemente ocurre en el transporte; sin embargo, en El Código Penal para el Estado de Tlaxcala no se castiga el acoso sexual callejero, solo se sanciona a quienes acosan a mujeres en espacios laborales.

Esta realidad que vivimos es solo la punta del iceberg de la violencia real, la profundamente arraigada, normalizada, tolerada y perpetuada. Este sexismo cotidiano no proviene solo de la publicidad o de los medios de comunicación se encuentra enraizada en las prácticas cotidianas. 

En el escenario político encontramos un caso emblemático en 2020, cuando el congresista republicano de Florida, Ted Yoho, utiliza un lenguaje violento y machista al referirse a la congresista demócrata de Nueva York, Alexandría Ocasio, este hecho ocurrió en la era Trump. 

Es interesante observar en este caso, que la respuesta de la congresista no se enfoca en responder al abuso, sino en la aceptación generalizada (guardar silencio), por parte de sus colegas representantes en su mayoría hombres (pacto patriarcal), situación que refuerza la normalización de la violencia contra las mujeres, no solo en los espacios laborales sino también en los educativos, los privados y sociales.

Las reacciones provienen de las víctimas, quienes en la mayoría de las ocasiones son colocadas bajo el escrutinio público, por encima de las acciones que motivaron las reacciones; es decir, quienes nombran, describen y denuncian el sexismo en los términos en los que este acontece, son las mujeres que lo sufren.

En este punto, valdría la pena detenerse para establecer que no se trató de un incidente aislado, no es nuevo, este tipo de situaciones tan cotidianas para las mujeres ocurren en una sociedad y estructuras de poder que aceptan y normalizan la violencia en contra de las mujeres, en sus múltiples manifestaciones; en este sentido, en parte de su discurso, la congresista Ocasio es muy precisa al declarar que estas situaciones autorizan a otros hombres para hacer lo mismo y en consecuencia eso no es aceptable.

La invisibilidad del sexismo cotidiano y la normalización de los episodios de agresiones se dan en el espacio privado de la familia, así como en el espacio público, desde las aulas es trascendental reconocer que ni las personas que cuidan y educan a los menores como madres, padres y profesores cuentan con herramientas para establecer criterios que visibilicen el abuso, identificándolo y nombrándolo; de ahí que las defensas disruptivas son cada vez más constantes, observamos en redes sociales las constantes denuncias de mujeres que han descrito situaciones abusivas, para hacer evidente que no son situaciones nuevas, sino que han ocurrido todo el tiempo; sin embargo, la forma de abordar el problema no ha funcionado.

¡ATENCIÓN!

No quiero concluir estas líneas sin hacer referencia de casos como el de Luz Raquel Padilla, madre de un niño con autismo, quien murió a causa de las lesiones causadas por el intento de quemarla viva en el municipio de Zapopan, Jalisco. La vida de las mujeres está determinada por la crueldad de exhibición pública, ¿por qué nadie pudo hacer nada?, tendremos la capacidad de poder desafiar la forma en la que ya no sea válido obviar la violencia y el abuso, ¿será que el dilema se encuentra en mirar que lo que acontece a las mujeres es un reflejo de nuestra propia incapacidad para hacer que la dignidad se haga costumbre?.

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