Este 18 de julio es el 150 aniversario luctuoso de Benito Juárez, quizás sea el presidente más conmemorado, por diversas razones; por ello consideramos importante destacar el contexto político en el que visita Tlaxcala tres años antes de su muerte.
Con la conclusión del Imperio de Maximiliano, sobreviene el periodo conocido como la restauración de la República, en Tlaxcala destaca la presencia de Miguel Lira y Ortega, siendo, en primera instancia gobernador provisional y después gana la elección de gobernador constitucional. Entre los logros más importantes de Lira y Ortega se encuentran el de la promulgación de la Constitución política de Tlaxcala el 5 de mayo de 1868 que incluyó en esencia los postulados de las Leyes de Reforma; además, el Congreso local le hace un reconocimiento importante, por su contribución militar y política a su estado, expresado así: “El 29 de julio la Legislatura local emitió un decreto expresando que; en gratitud a los eminentes servicios prestados por el C. Miguel Lira y Ortega en la reconquista dela independencia de la República, atacada por la intervención y el imperio que pretendían establecer, se le declara Benemérito del Estado” (Lira y Ortega, 1982:18)
Con la nueva Constitución y otras leyes se pretendía fortalecer y brindar mayor autonomía al poder judicial y a los municipios, dentro de su pensamiento político el fortalecimiento del primero fue para darle cuerpo y una actividad mayor que permitiera el equilibrio de poderes; en cuento a los municipios, su idea fue mucho más allá y quizás eso es lo que lo distanció de Benito Juárez y, sobre todo, de Porfirio Díaz, ya que su postura fue apoyar la Constitución y las leyes de Reforma, pero sobre todo impulsa el fortalecimiento del municipio, ya que consideraba que la esencia de la democracia estaba en la decisión del pueblo y la autoridad municipal estaba en relación directa con él, por ello pretendía elevándolo a cuarto poder.
No cabe duda que su decidido apoyo a Juárez lo situaron, hacia el final de la guerra de intervención, en una posición privilegiada para llegar a la gubernatura, aunque ello le representó la confrontación con un sector de los liberales que se inclinaron por González Ortega; sobre todo los militares que en un primer momento pretendían apoyar a Rodríguez Bocardo.
La relación entre Juárez y Lira y Ortega parece que estuvo llena de grandes coincidencias, incluso parece que se estableció una relación a través de correspondencia; Lira se declaró abiertamente juarista y asumió su defensa en el proceso electoral de 1867 y después en 1871, lo que le valió diferencias profundas con Sebastián Lerdo de Tejada y sus seguidores en Tlaxcala; de igual forma se distanció de Porfirio Díaz, con quien también había tenido cierta amistad, sobre todo hacia el final de la intervención francesa, ya que Díaz es quien lo nombra gobernador interino en 1867.
Juárez decide visitarlo en 1869, cuando inaugura un tramo del ferrocarril que va de la ciudad de México a Veracruz y se entrevistan en la estación de Chiautempan, describiendo el encuentro Ignacio Manuel Altamirano de la siguiente manera: “es el gobernador el tipo más perfecto del hombre del campo en su más sencilla y buena expresión: se retrata en su semblante la honradez más acrisolada, la serenidad de una conciencia pura y la firmeza de principios de un alma republicana con organización; sin pretensiones, sin altivez, modesto como debe ser un funcionario demócrata, este hombre recuerda por su aspecto la figura del inmortal Guerrero, y remontándonos más allá, la figura de aquellos republicanos de los antiguos tiempos que dejaban el arado para venir a gobernar un pueblo.”
Consideramos que la decisión estaba tomada desde ese año de 1869, Tlaxcala, a través de su gobernador, se convierte en un bastión importante del juarismo en el centro del país, participando activamente en el proceso electoral dos años después.
Lira y Ortega decide apoyar a Benito Juárez en su reelección de 1871, sabiendo que los riesgos son muchos y que sus adversarios políticos en el estado se inclinan por Lerdo de Tejada o Porfirio Díaz, los costos de la derrota serían altos; finalmente Juárez gana la elección, pero muere al año siguiente y, con la llegada de Lerdo a la presidencia, el futuro político de Lira queda a la deriva, por lo que tiene que exiliarse a Puebla.
Lira y Ortega fue juarista y la construcción de su pensamiento político se orienta hacia el republicanismo y una democracia construida básicamente a partir de la decisión del pueblo para elegir a sus gobernantes.
La muerte de Juárez representó un golpe político severo para Lira, ya que tendría que reestablecer la relación con Díaz, pero ya no será de confianza plena y se confrontarán nuevamente hacia 1877.
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