En el proceso histórico de México, encontramos dos momentos totalmente diferentes en cuanto a la conceptualización de cómo ofrendar a los muertos: etapa prehispánica (antes de la conquista española, 1521) y etapa colonial (durante tres siglos).
Lo prehispánico
Algunos cronistas -civiles y/o religiosos- basados en diferentes códices realizados antes y después de la conquista; dijeron que cuando alguna persona moría, ésta era conducida por Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl -dioses de la muerte- al lugar que le correspondía de acuerdo a la forma de morir.
De esta manera, quienes habían muerto luchando en una guerra (guerreros); los sacrificados en el Techcatl o piedra de los sacrificios; los comerciantes, quienes eran considerados como espías-guerreros y las mujeres muertas en el parto por ser consideradas unas guerreras al haber luchado en el parto, eran conducidos(as) al Tonatiuhichan o casa del sol, ubicado en el punto cardinal Oriente.
Quienes morían ahogados, alcanzados por un rayo o por alguna enfermedad como lepra, sarna, buba (tumor pequeño con pus, ejemplo la viruela), gota o hidropesía. Y en general, todos aquellos que hubiesen tenido alguna relación su muerte con el agua se iban al Tlalocan, paraíso del dios Tlaloc, lugar húmedo de gran fertilidad ubicado en el Sur.
Las mujeres sacrificadas eran dirigidas al occidente y eran quienes acompañaban a Quetzalcóatl en su recorrido celeste en calidad de estrellas. Se creía que llegaban a Cincalco, (casa del maíz), cuando bajaban a la tierra lo hacían de noche y eran fantasmas que espantaban y de mal agüero para las mujeres y niños que las llegaban a ver. Se conocían como las cihuateteo (mujeres diosas), quienes llevaban por cabeza una calavera y en las manos y pies, grandes garras. Los niños de brazos también iban al occidente a un lugar conocido como Chichihualcuauhco y en ese lugar esperaban su turno para volver a nacer.
Quienes morían de manera natural eran conducidos al Mictlan. Su travesía tardaba cuatro años y para lograrlo tenían que sortear nueve lugares:
El primero, era un río muy caudaloso llamado Chignahuapan.
Segundo, dos montañas que se juntan.
Tercero, consistía en pasar sobre una montaña de obsidiana.
Cuarto, donde sopla un viento helado que corta la cara.
Quinto, donde flotan en el aire evitando caer.
Sexto, un lugar donde flechan.
Séptimo, lugar de fieras que comen el corazón.
Octavo, estrechos lugares entre piedras.
Noveno, donde desaparecen las almas.
Por ello, sus familiares les debían colocar una ofrenda y a los 80 días volvían a colocar otra ofrenda y posteriormente cada año hasta llegar a cuatro, con el fin de ayudarles a no perderse o quedar atrapados en alguno de los nueve lugares.
Los objetos colocados en la ofrenda eran de acuerdo al rango social en vida. Destacando abundante comida y agua; objetos que les ayudaran a sortear los nueve lugares como bastones, cuchillos de obsidiana, etc., sin faltar algunos presentes para ser entregados a los dioses de la muerte.
Recapitulando, Los pueblos mesoamericanos ayudaban a sus muertos a llegar al lugar destinado mediante las ofrendas, según la forma de morir. Sin olvidar algunos presentes para agradecer a sus dioses de la muerte.
Colonial.
En el caso específico de su relación con los muertos, los árabes habían tomado de los chinos (siglo VIII) la costumbre de rezar y ofrendar a sus muertos con el fin de cumplir las deudas que pudiesen tener con ellos. Así mismo, cuando llegaron a Egipto adquirieron la creencia de que toda persona poseía dos espíritus, al morir uno de esos espíritus se perdía en el infinito y el otro, al que le llamaban “Sosia”, se quedaba vagando en el espacio terrenal, por lo tanto, los familiares del muerto colocaban una ofrenda para alimentarlo durante un día al año.
Todo lo impuesto por los árabes, más sus propios elementos culturales de los españoles, conjugados con la amplia cultura de los pueblos mesoamericanos conformó un gran bagaje cultural que a la fecha sigue vivo en el país. Con adecuaciones y cambios a través del tiempo.
Contemporáneo.
Contrariamente a lo que podríamos pensar y de acuerdo a la connotación religiosa que tiene a la fecha el acto de ofrendar a los muertos, el destacado investigador Raúl Guerrero señala que no es el grupo clerical quienes trajeron a tierras mesoamericanas dicha costumbre, sino los soldados. Sin embargo, quien determinó en la Nueva España los días uno y dos de noviembre como fechas para festejar y ofrendar a los muertos fue el Clero: el primero, dedicado a los niños y el segundo, a los adultos.
En su concepción, la religión católica afirma que el alma es inmortal y de acuerdo al comportamiento de la persona en vida, su alma puede ir al cielo o al infierno. Sin embargo, para lograr el paraíso divino no tan sólo dependía del comportamiento que haya tenido o el arrepentimiento de sus “pecados” en vida, sino de la participación de familiares, amigos y vecinos a través de ritos y rezos para que el muerto pueda disfrutar del descanso eterno celestial.
Es inobjetable que el festejo de Día de Muertos ha sido producto de un proceso de aculturación constante en cada uno de los pueblos, regiones y estados del país. Sin embargo, como parte de ese proceso se ha considerado principalmente la de los españoles con los pueblos mesoamericanos, restando importancia a otras culturas que los propios ibéricos traían consigo. Dicho sea de paso, no causa riesgo afirmar que en México ya estemos compartiendo el “Halloween” de nuestros vecinos del norte, como parte del festejo de Día de Muertos. Arturo Warman es claro al señalar: “muchas fiestas que consideramos importantes en la tradición del mexicano, al principio tuvieron que ser tan impuestas y tan manipuladas como hoy es el Halloween y fue una larga práctica histórica la que las transformó”.
Es decir, hablar del festejo de Días de Muertos en Tlaxcala y del país, es penetrar en una concepción mágica de la vida y la muerte; es jugar con lo material y lo espiritual. En otras palabras, es retomar lo que creemos saber de la vida, para entender y explicar lo que no sabemos de la muerte o… ¿Usted qué opina?
P.D.
El ciclón Otis causó lamentables pérdidas humanas y grandes daños económicos al estado de Guerrero. Empero, si ante el gran desastre natural se anteponen intereses económicos, políticos y actitudes racistas y clasistas por parte de algunos empresarios, apoyados por los medios de comunicación privados mediante la infodemia, la problemática que viven los damnificados tardará en resolverse, principalmente para quienes cuentan con menos recursos económicos. Es momento de asumir una actitud consciente y humana.
Felicidades al diputado federal Steve del Razo Montiel por su primer informe de labores, quien desde su trinchera y de acuerdo a lo expuesto, está asumiendo su responsabilidad y compromiso con la nación y el estado, enhorabuena.
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