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¿Y el racismo …? Por J. A. Javier González Corona

Columna por J. A. Javier González Corona
Dom. 04 de sep., 2022. 08:08 PM
J. A. Javier González Corona
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¿Y el racismo …? Por J. A. Javier González Corona

El pasado 9 de agosto se celebró el “Día Internacional de los Pueblos Indígenas” y en México no fue la excepción. En Tlaxcala, el gobierno encabezado por Lorena Cuellar Cisneros organizó en la comunidad de Acxotla del Monte, municipio de San Luis Teolocholco un evento donde destacaron la importancia de la cultura de los dos grupos étnicos en el estado: náhuatl y yuhmu (otomí). Desgraciadamente olvidaron a quienes ya se han establecido en el estado como totonacos y mazatecos, entre otros.

Sin embargo, en nuestro país, de manera específica en Tlaxcala, es imposible pasar desapercibida la discriminación racista hacia los grupos indígenas y aunque hipócritamente en discursos políticos y algunos académicos, los destacan como el orgullo cultural nacional y/o estatal; la realidad demuestra que esas peroratas son simples falacias y demagogia.

El historiador y antropólogo Federico Navarrete entiende al racismo como “una forma de distinguir entre las personas en función de sus características físicas y de sus supuestas diferencias naturales o biológicas… estas distinciones meramente físicas han servido para concebir la idea de que la humanidad está dividida en cuatro o cinco grandes razas que son oriundas de los grandes continentes: la blanca de Europa, la amarilla de Asia, la negra de África, la indígena de América y la australiana y melanesia de Oceanía…”.

Sin embargo, el concepto de raza no se queda únicamente en distinguir las diferencias físicas entre los seres humanos, también crea distinciones económicas, políticas, sociales y culturales. Recordemos: los ibéricos justificaron su presencia en lo que hoy es México a partir de afirmar que los pueblos mesoamericanos no tenían cultura o ésta era primitiva, por tal motivo, aseguraron traer una cultura de desarrollo, ciencia y civilización, además de una verdadera religión.

La cultura europea dio pauta a una imposición ideológica y material de superioridad, abrió las puertas al racismo y clasismo sobre la población mesoamericana y ya durante los tres siglos de coloniaje se acentuó, manteniéndose hasta nuestros tiempos, desgraciadamente. No es raro seguir escuchando ¡Qué bonito niño, está blanquito!”, “Mis hijos son blancos, casi güeros, ya estamos mejorando la raza”. Incluso cuando vemos a un moreno(a) asumir un cargo político destacado, lo primero que decimos sin valorar absolutamente nada de la persona: “Está renaco(a), parece de mi pueblo, todo(a) prieto(a)”.

En su libro “México Racista una denuncia” Navarrete nos deja en claro quienes delimitaron a los grupos sociales a partir de su propia visión: “como los principales pensadores racistas eran europeos, consideraron que la raza superior era la blanca, seguida por la amarilla; la australiana, la negra y la indígena se disputaban a sus ojos el último lugar en este escalafón… -por consecuencia- se le atribuyeron a cada raza características morales diferentes: los indios eran supuestamente ladinos e indolentes; los negros, inmorales y flojos; los blancos, industriosos e inteligentes; los amarillos, inescrutables y astutos; los australianos, primitivos e incapaces”.

El término mestizo fue clave para consolidar en México el racismo. Cuando los españoles tuvieron relaciones sexuales con indígenas (principalmente mediante violaciones) surgieron los denominados mestizos. Este grupo social tuvo la mala fortuna de no ser reconocidos por los ibéricos, ni por los indígenas, por lo tanto, se vieron en la necesidad de buscar un lugar dentro de la estructura social. Sin embargo, prefirieron asumir una actitud aspiracional al preferir la cultura de los blancos pues ellos ostentaban el poder económico y político.

Es decir, el mestizo se hizo universal y representativo para toda la nación, pero para ello tuvo que desprenderse de la cultura indígena, ya que según la visión occidental el indígena era: ignorante, flojo, tramposo, borracho y demás. Para lograrlo, debió someterse a una “orientación” y “educación” por parte de la élite en el poder político y económico (todos ellos blancos). Cuando lograron desprenderse de la cultura indígena, en su imaginario se convirtieron en el grupo de poder, ya que su realidad era otra, sin embargo, era tanto el interés de posesionarlos socialmente que el propio José Vasconcelos los llamó “La raza cósmica”, en otras palabras, el centro del universo social, económico, cultural, académico y profesional de nuestro país.

Pero no quedó ahí, los mestizos junto con esa élite ya mencionada, trataron de que los indígenas fueran parte de un proyecto de integración nacional donde se destacaba la “modernidad”, “progreso” y “desarrollo”. Ese proyecto de integración hizo creer que la nación mexicana era mestiza, y posiblemente tenían razón, ya que difícilmente podemos encontrar una pureza indígena a la fecha, pero que dista enormemente de una homogeneidad mestiza, por ende, tenemos que aceptar que los grupos indígenas siguen vigentes, manteniendo una concepción cultural propia, además de definirse y aceptarse como tales. Quienes ostentan el poder, principalmente económico, utilizan algunos medios de comunicación para difundir esa supuesta homogeneidad mestiza mexicana y así, poder justificar que no existe racismo en el país y menos en Tlaxcala al ser todos “iguales”.

No olvidemos que el proyecto neoliberal durante la segunda parte del siglo pasado y parte del presente, promovió entre la ciudadanía una actitud de consumismo extremo de productos con el fin de crear una convicción idealizada de poder, belleza, fama, riqueza, confort, etc. y con ello un estatus reservado -por años- para los de piel blanca. Es decir, metieron a los mestizos a un proyecto aspiracional con fines de manejo. A quienes se resisten (crean en ellos una presión social y sicológica) los llaman peyorativamente: “indios”, “conformistas” o “nacos”.

En consecuencia, sino valoramos la aportación histórico-cultural que han otorgado los indígenas en cada una de las regiones del país, ningún festejo es suficiente ni cualitativo. En el caso específico de Tlaxcala, habría que cuestionarnos por qué los dos grupos principales que han cohabitado el territorio tlaxcalteca están ubicados en las faldas del volcán La Malinche; uno, los yuhmu al oriente y el otro, nahuas al poniente. ¿Será porque eligieron ese territorio? o como señaló Gonzalo Aguirre Beltrán: “buscaron espacios de refugio”.

Es decir, durante cinco siglos algunos mestizos y grupos en el poder político y económico han transgredido su espacio y cultura con toda la finalidad de utilizarlos como elementos publicitarios, turísticos y mano de obra, sin respetar su concepción del mundo y cultura al creerlos incapaces de tenerla y eso, es racismo.

Ya no basta -en sus festejos- con vestirlos (disfrazarlos) con sus indumentarias tradicionales que en la actualidad ya no utilizan y no porque no quieran utilizarla o no las valoren, sino porque ya han sido “integrados” a esta sociedad “moderna”, “civilizada” y “consumista”, por lo tanto, su vestir ya es otro. Ya no basta decirles que admiramos y respetamos sus costumbres, tradiciones y cultura en general. Ya no basta con darles 10, 15, 20 mil pesos o más para apoyarles en sus múltiples necesidades.

Ningún evento en su honor será suficiente sino los dejamos de ver como “algo” raro, sin respetar sus creencias, alimentación, simbolismos, costumbres, tradiciones, formas de vida, etc. En otras palabras: ¡ya basta de un racismo comúnmente negado por la sociedad mayoritaria y mejor destaquemos el pluriculturalismo donde estamos tú, yo y millones de personas más! o… ¿Usted qué opina?

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