La llegada de la pandemia sacó a flote una diversidad de problemas que pasamos por alto durante mucho tiempo, por ejemplo, las enfermedades que se relacionan con la mortalidad por covid-19 son la hipertensión y la diabetes, además afecta en mayor medida a personas de más de 60 años y con obesidad; por cierto, son problemas de salud pública que urgía desde hace tiempo de atención inmediata, solamente se atendían de manera superficial y sin tener en cuenta el fondo del problema.
Por otra parte, la salud mental es otro de los pendientes en México, ya que no se consideró un problema realmente grave, cuando llega el encierro es como se comienza a llamar la atención y se atiende parcialmente, pero es necesario que podamos atenderlo de manera integral.
Asimismo, la pobreza experimentará un crecimiento que quizás nos regrese a escenarios de décadas anteriores, ya que por lo menos en los últimos 20 años se había reducido un poco; la población en pobreza alcanzará a poco más del 60% y la pobreza extrema llegará al 31.2% de los mexicanos.
Por supuesto que hay problemas que resurgen, pero es necesario considerar que lo anteriormente dicho va a generar incertidumbre e inestabilidad, si a ello le agregamos las decisiones erráticas al enfrentar la pandemia, por supuesto que en el futuro inmediato nos llevará a una crisis de credibilidad de la autoridad.
La autoridad, como concepto en las disciplinas sociales, es difícil de esclarecer, pero nos damos una idea en cuanto la consideramos presente en un ámbito de la legitimidad, ya que desde en los últimos siglos del Imperio Romano, se asociaba a un conjunto de ideas provenientes del pasado y que su influencia se media en función su vigencia en el presente; pareciera que, en las sociedades actuales, la autoridad sustentada en elementos ligados a un pasado fundador, a tradiciones y a la religiosidad, están en un momento de crisis, ya que la juventud, la innovación y la adaptación a los cambios acelerados, aunque sea caótica y contradictoria es mayormente aceptada.
En este contexto, la autoridad concebida como las ideas que nos permiten buscar consensos sin coaccionar es muy difícil, cada vez más la influencia de la autoridad mengua, abriéndose paso el ejercicio del poder sin la opinión de ella. Tal parece que vamos reduciendo la idea de autoridad a una cuestión plagada de formalismos. Y dejamos del lado su valor legítimo.
En momentos de crisis generalizada, como la que vivimos con esta emergencia sanitaria, la autoridad vive un momento de crisis, precisamos abrir la discusión sobre su papel y trascendencia, además de vislumbrar hacia dónde nos llevará en el futuro inmediato esta crisis; no podemos seguir pensando que cuando mengüe la pandemia regresaremos a la “normalidad”, precisamos pensar en nuevos escenarios y los cambios que se darán. La idea de autoridad cambiará radicalmente y lo expuesto es solo un elemento a considerar.
Por supuesto que la tentación del uso de la fuerza en las sociedades está presente y no podemos soslayar ello, consideramos necesario no reducir la idea de autoridad a cuestiones del ejercicio del poder y disfrazarlo de falsas legitimaciones, sustentadas en la mentira y la manipulación.
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