En otras ocasiones hemos recuperado textos de Lucas Alamán, pero es necesario destacar otros aspectos de su persona, porque finalmente en sus escritos nos deja ver su persona y su papel en la historia política de México. Alamán nace en la opulencia, fue un hombre que estudió y de un gusto literario importante; sintió de manera muy fuerte su herencia española, ya que había nacido en una familia acomodada hacia el final de la Colonia.
Nunca dejó de observar la ignorancia de la gente, mofándose sobre todo de los escritos de insurgentes e incluso de realistas; rescatemos algunas aseveraciones que se hacen de Alamán por personajes de su época: “Era como un buen adinerado dieciochesco; tuvo las altas virtudes y las limitaciones del modelo original. Pedía respeto perpetuo al derecho de propiedad, porque es condición esencial para el goce perfecto de un bien, la seguridad de gozarlo siempre. Cuidó de contar con la buena opinión de “la gente de juicio”, “las personas respetables”, “la gente sensata de México”. En sus últimos años se consideraba con experiencia en negocios.”
Políticamente se le calificó hasta cierto punto de oportunista, veamos lo siguiente escrito hacia 1822 “Se ha colocado por el medio dejando los extremos para gente de menos cálculo”, otro agregaba, “Alamancillo es un tente en el aire, y como tiene viveza, se va colando en su ministerio”.
Cerraremos con lo siguiente, cuando es recibido por el primer presidente de México, Guadalupe Victoria, se expresa de él de la siguiente manera “Me pareció un gran mentecato”, poco después sería su ministro. Ahora escuchemos a Don Lucas Alamán cuando escribe sobre Miguel Hidalgo y el significado de la guerra de independencia.
En el plan de la revolución, siguió Hidalgo las mismas ideas de los promovedores de la independencia de la Independencia en las juntas de Iturrigaray. Proclamaba a Fernando VII; pretendía sostener sus derechos y defenderlos contra los intentos de los españoles, que intentaban entregar el país a los franceses dueños ya de España, los cuales destruirían la religión, profanaría las iglesias y extinguirían el culto católico. La religión, pues, hacia el papel principal, y como la imagen de Guadalupe es el objeto referente del culto de los mexicanos, la inscripción que se puso en las banderas de la revolución fue ¨ Viva la religión. Viva nuestra madre Santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII. Viva la América y muera el mal gobierno¨; pero el pueblo que se agolpaba a seguir esta bandera, simplificaba esta inscripción y el efecto de ella gritaba ¨ Viva la virgen de Guadalupe y muera los gachupines ¨ ¡Reunión Monstruosa de la religión con el asesinato y el saqueo; grito de muerte y desolación; ¡que habiendo oído mil y mil veces en los primeros dices de mi juventud, después de tantos años resuena todavía en mis oídos en un eco pavoroso!
No es extraño que en un pueblo en que, por desgracia, la religión estaba casi reducida a meras prácticas exteriores; en que muchos de sus ministros particularmente en las poblaciones pequeñas, estaban entregados a la vida más lenciciosa; cuando el vicio dominante en la masa de la población es la propensión, al robo, hallase tan fácilmente partidarios una revolución cuyo primer paso era poner en libertad a los criminales, abandonar las propiedades de la parte más rica de la población ilimitado saqueo, sublevar a la plebe contra todo lo que hasta entonces había temido o respetado, y dar rienda suelta a todo los vicios, prodigando como luego se hizo los grados militares, y abriendo un campo vastísimo a las ambiciones de los empleos. Sofocaron todo principio moral y de justicia, y han sido todos los males que la nación lamenta, que todos dimanan de aquella envenenada fuente.
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