El pasado sábado 27 de marzo de este año fue asesinada Victoria Esperanza Salazar Arriaga, en manos de policías municipales de Tulum, Quintana Roo. De origen salvadoreña y su situación migratoria era de refugiada. En un video difundido el mismo sábado en que se ve a la mujer boca abajo, esposada y una policía con su rodilla a la altura del cuello.
De acuerdo a los medios de comunicación, la necropsia señala que tiene “una fractura en la parte superior de la columna vertebral producida por la ruptura de la primera y segunda vertebra, lo que provoca la pérdida de la vida de la víctima”
La nota periodística continua que se ejerció acción penal a los servidores públicos municipales por su probable participación en el feminicidio, llamando incluso la atención del presidente López Obrador.
Por otra parte, los pronunciamientos no se hicieron esperar, senadores priistas exigen se investigue, la Comisión de Derechos Humanos del estado inmediatamente abrió una queja contra los agentes de seguridad pública, el mismo alcalde, Víctor Mas Tah, advierte “enérgicamente” de no tolerar actos indebidos ni fuera de la ley, el gobierno del estado asegura que los policías fueron separados de su cargo y sometidos a investigación.
Pero qué hay más allá de la muerte de la mujer salvadoreña, será hasta el 30 de marzo cuando se activa la alerta amber para la localización de su hija, detalla la Fiscalía de Quintana Roo que desde el 11 de marzo la hija mayor de Victoria, Francela Yaritza, estaba bajo custodia de DIF estatal, por abuso sexual del padrastro, además sabemos que también abusaba de Victoria.
Por otra parte, también fuimos testigos del caso de tres delincuentes abatidos en la alcaldía de Iztapalapa, en la ciudad de México. Hay un video que muestra el momento en que llegan los familiares de uno de ellos, se lamentad la muerte y se alcanza a escuchar que una mujer dice era solo un niño ca….
Posteriormente, se informa que el menor de edad ya había delinquido y había sido recluido por robo de celulares en la zona centro de la ciudad de México, además de que, al momento de enfrentarse a los policías, agredieron a un ciudadano que se resistió al robo de su auto. Incluso, la misma mujer del video señaló que él solamente robaba, no le hacía daño a nadie.
La reacción en las redes sociales no se hizo esperar, se multiplicaron por miles en los días siguientes y, básicamente, podemos puntualizar que se orientan a culpar a la familia por no educar adecuadamente a los hijos y solapar sus acciones; por otra parte, hay quienes culpan a la persona y afirman que cada quien toma sus decisiones; otros ven como solución el endurecimiento de las penas para menores de edad; finalmente, otros afirman que las circunstancias orillan a las personas a delinquir.
Ahora bien, tradicionalmente se observaba a la violencia como parte de la socialización, pero que era posible mantenerla en ciertos límites, ello a través del establecimiento de normas que permitan la convivencia humana a pesar de las diferencias de intereses, de conductas, visiones, que en ocasiones parecieran tan contradictorias, como dijo la socióloga Lidia Girola cómo vivir juntos sin matarnos.
Mucho tiempo se pensó que las normas por sí mismas garantizarían estabilidad y desarrollo de las sociedades, haciendo posible la convivencia y manteniendo la violencia dentro de ciertos límites.
Las circunstancias cambian hacia la década de 1990, la violencia se generaliza y cada año se rompe el record del anterior, en este momento nos encontramos ante una disyuntiva crucial, precisamos comprender por qué la violencia se focalizaba en algunas regiones, además de adentrarnos en sus razones, en el presente siglo, la violencia alcanza a la mayor parte del país y la forma de ejercerla se diversifica y se hace más grotesca y cruel.
Para la segunda mitad de la década de 1990, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) consideró a la violencia como un problema de salud pública, ya que en varios países de América Latina había más de 10 homicidios por cada 100 mil habitantes, actualmente en México la cifra es de 28.
Precisamos pensar a la violencia misma, el término debe profundizarse y analizarse y dejar de circunscribirlo a una cuestión jurídica, dejar de visualizarlo bajo la perspectiva de la sociología de la desviación y trabajar conjuntamente con otras disciplinas, como la antropología y la psicología.
Nos encontramos ante un panorama preocupante, donde las autoridades, en sus diferentes niveles, buscan reducir los índices, pero no enfrentan el problema a fondo, lo que supone negarnos a profundizar sobre el problema y hacer caso omiso a la diversidad de sus manifestaciones y motivaciones, como es el lamentable caso de los feminicidios.
Las preguntas e inquietudes son más que las posibles soluciones, precisamos abordar la violencia en sus diferentes aristas y con la idea de que ya no es posible pensarla como hace 20 años.
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