Después de la conclusión de la Primera Guerra Mundial en 1918 y el paso de la gripe española por el mundo, entre 1918 y 1920, los costos son realmente enormes, las pérdidas humanas durante la gran guerra entre 1914 y 1918 se calcula entre 15 y 20 millones y un costo de 208 billones de dólares de esa época, y la depresión económica hizo estragos en la mayor parte de Europa, caracterizado por el desempleo, inflación y falta de inversión. En fin, fue un momento complejo y la recuperación económica fue lenta.
Por otra parte, el paso de llamada influenza española también fue desastrosa para el mundo, ya que se calcula entre 20 y 40 millones de muertos entre 1918 y 1920, iniciando la década con expectativas poco optimistas, sobre todo para los países con menos medios para enfrentarla.
Lo anterior, sin contar que, hacia la segunda década del siglo XX, los turcos causaron la muerte a más de un millón de armenios, no cabe duda que es uno de los mayores genocidios de la historia; asimismo fueron desplazados más de un millón de griegos y medio millón de turcos en los Balcanes, la vida europea fue compleja y con pocas expectativas de un futuro promisorio.
Paralelamente, surge una filosofía que venía incubándose desde principios del siglo XX y que logrará su concreción hacia los años 1930, nos referimos al existencialismo, ésta será muy importante durante buena parte del siglo XX y mostrará las diversas inquietudes de los seres humanos y su papel en las sociedades de esa época.
Ahora bien, conocemos la década de 1920 como los locos años 20, sobre todo porque se desborda toda una serie de ideas que permiten pensar en una nueva vida, donde reina el optimismo y es posible cambiar la dramática realidad que se vive, dicho optimismo se finca en la modernidad, la tecnología y la posibilidad de una vida más placentera, primero en los Estados Unidos y después en la mayoría de los países europeos.
Cabe destacar que el papel de los Estados Unidos fue determinante, su expansión económica se orientó a la transformación productiva basada en la innovación tecnológica, disminuyendo costos y aumentando la producción. Bajo este principio fue posible popularizar el uso del teléfono, el automóvil, la radio y, sobre todo, los electrodomésticos, surgiendo con ello el pago a plazos, motivando el consumo a gran escala.
Asimismo, también se motivó la diversión y el esparcimiento. En La Vanguardia se sintetiza esa década de la siguiente manera “Cien años se cumplen de aquel libertinaje de charlestón, jazz, faldas por la rodilla, sombreros fedora, altísimas fachadas art decó, automóviles populares y ley seca. Una alegría que se detendría por la fuerza cuando el sistema financiero reventó el 24 de octubre de 1929. Los años veinte son la licenciosa fiesta en la cubierta del Titanic.”
Ahora bien, los “locos años veinte” nos vino a la memoria después de ver la siguiente nota de mediados del año y que se repite incesantemente, Noche de fiesta “fuera de control” en Inglaterra en reapertura de bares. La reapertura de pubs en Inglaterra, después de 3 meses de confinamiento, provocó desmanes y situaciones “peligrosas” en la noche del sábado y hace temer un rebrote de la pandemia del coronavirus. La muchedumbre empezó a llegar hacia las 13 horas y rápidamente todo quedó fuera de control…A las 20 horas había una verdadera fiesta callejera, con gente que bebía y bailaba…nadie llevaba mascarilla y era físicamente imposible respetar la distancia social.
Habría que pensar en nuestro comportamiento, ya que pareciera que solamente estamos esperando la noticia de que superamos en general la pandemia y sus efectos graves, para tratar de recuperar el tiempo perdido, volver a nuestra rutina y olvidar esta pesadilla que nos sumió en un sinnúmero de preocupaciones el año pasado. Quizás habría que analizarlo desde otras disciplinas, que nos dieran luz sobre nuestro comportamiento ante crisis extremas como la emergencia sanitaria que vivimos.
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