AgendaTlaxcala

Significado de la independencia para Mora por Luis Pérez Cruz

En la época de la independencia columna por Luis Pérez Cruz
Dom. 17 de ene., 2021. 12:36 PM
Luis Pérez Cruz
agendatlaxcala
2703 lecturas | 0 comentarios
Significado de la independencia para Mora por Luis Pérez Cruz

En memoria de:

Alfredo Zárate

José Bárcenas

Eduardo Hernández

José María Luis Mora nació en Guanajuato en 1794 y muere en Francia en 1850, vive una niñez marcada por el inicio de la guerra de independencia y en una región golpeada directamente por el conflicto, fu escritor, político, sacerdote y fue un gran conocedor de la historia mexicana, su escrito más destacado fue México y sus revoluciones, no cabe duda que fue un personaje muy importante en la primera mitad del siglo XIX.

          Estudio en el antiguo Colegio de San Ildefonso y se ordenó sacerdote y se doctoró en Teología, se orientó hacia la ideología liberal, pero asumió una postura moderada y fue diputado por el Congreso Constituyente en 1824.

          Tuvo una visión muy particular sobre la guerra de independencia y una postura crítica hacia su consumación y quiénes la encabezaron, además fue contrario al Imperio de Agustín de Iturbide, posteriormente trató de impulsar la consolidación de una República federal en México. En su trayectoria no dejó de cuestionar los excesos de las posturas ideológicas enfrentadas en el México independiente, federalistas y centralistas. Particularmente, en esta entrega, nos muestra cómo se ha sembrado el odio y la desconfianza hacia lo que no es proindígena y no glorifica a las culturas prehispánicas.

          Hasta inicios de la década de 1820 podría ser catalogado como defensor del régimen colonial, será en su periódico Semanario Político y Literario, donde asume plenamente su inclinación por la libertad y el progreso, dando comienzo su carrera política. Pasemos ahora a mostrar su perspectiva sobre la guerra de independencia iniciada en su natal Guanajuato.

          La Revolución que estalló en septiembre de 1810, ha sido tan necesaria para la consecución de la independencia, como perniciosa y destructora del país. Los errores que ella propagó, las personas que tomaron parte o la dirigieron, su larga duración y los medios de que se echó mano para obtener el triunfo, todo ha contribuido a la destrucción de un país que en tantos años, como desde entonces ha pasado, no ha podido reponerse aún de las inmensas pérdidas que sufrió. Como la fuerza de un gobierno establecido y los hábitos de sumisión y obediencia, fortificados por centenares de años, no podían hacerse desaparecer sino oponiendo al poder el número, era indispensable interesar en la revolución a las clases populares, lo cual en México no podía conseguirse por el simple anuncio de bienes remotos y poco conocidos, ni de ideas abstractas sobre la justicia, utilidad y necesidad de la independencia. De aquí es que fué indispensable halagar las preocupaciones de la multitud y enardecer las pasiones populares, para obtener su cooperación. La clase de los indígenas era muy numerosa en aquella época, y esto bastaba para que se solicitase hacerla del partido de la revolución y el modo de conseguirlo estaba muy a la vista para que a nadie pudiese ocultarse. Las atrocidades de la conquista y la destrucción del antiguo sultanismo de los aztecas, era, o se reputaba, una desgracia, y el principio de los males que pesaban sobre los indios. Este suceso pues, al cual era debida la existencia de la colonia, se convirtió en un motivo de revolución, y se quiso deducir de ella, la justicia de la independencia de un pueblo, que nada tenía de común con la nación destruida ni con los derechos del antiguo sultán de Tenoxtitlán.

          Una multitud de personas con créditos de entendidas, pero ciertamente de muy poca instrucción, se empeñaron en resucitar cuantas fábulas sobre grandeza, prosperidad e ilustración habían contado de los antiguos mexicanos, los que tenían el interés en abultar el mérito y las dificultades de su conquista.

          Todo esto se hallaba calculado con el objeto primario, del cual se pretendía hacer el agente más poderoso de la revolución, a saber: del odio a los españoles, que desde el principio se apresuró a generalizar y convertir en un sentimiento popular. Este doble error, el capital de la revolución, se radicó tan profundamente, que aun existe todavía en la generalidad de los mexicanos, de modo que no se oye otra cosa en el vulgo  de los que pasan por ilustrados, y en las producciones que se dan a la luz por la prensa, que la barbarie de la conquista, los trecientos años de esclavitud y cadenas del pueblo mexicano, y otras frases semejantes que se repiten hasta el fastidio, con las que se mantiene el odio contra los españoles, la preocupación de que siempre están conspirando contra la independencia, y la de que ésta no puede estar segura mientras existan en México.

0 comentarios


Publica tu comentario

Puedes publicar comentarios aún sin registrarte.

Será mostrado en el comentario.
No será publicado.
200 caracteres como maximo.