El 8 de marzo como se hizo por primera vez en 1910 a nivel internacional, se conmemora el “Día Internacional de la Mujer”. En México durante las décadas de los treinta, cuarenta, cincuenta y sesenta eran festejos equiparados con el festejo al “Día de Madre”, es decir, en comidas o desayunos; les otorgaban regalos y presentaban eventos artísticos. No existía ni la mínima reflexión a sus condiciones sociales, económicas, políticas y culturales de la mujer en general.
Incluso, la escritora Maruxa Vilalta propuso el día 15 de febrero para celebrar y “festejar” a la mujer mexicana, dispuesta a “cultivarse” y reconocer sus trabajos sociales con tendencia a la caridad cristiana. Dicha propuesta fue utilizada por la “primera dama” nacional en turno para organizar eventos culturales, misas religiosas, conferencias, comidas y repartir regalos, situación ampliada por las “primeras damas” de los estados del país quienes hicieron lo propio. Las mujeres intelectuales y profesionistas se abstuvieron en participar.
Es hasta finales de los setentas cuando se clarifica la conmemoración del 8 de marzo a favor de la mujer obrera, profesionista, dedicada al hogar, instituciones, organismos, y demás centros de trabajo. Ya en los ochentas el movimiento feminista le agrega a su lucha laboral y de igualdad, diversas demandas: participación e igualdad en la política; atención a su salud y la libre decisión sobre su cuerpo; entre otras demandas trascendentes, es decir, hasta esa década se privilegió el análisis, reflexión y denuncia laboral, familiar, social, política, económica, educativa, cultural y de salud de las mujeres.
En las diferentes etapas históricas de México han existido mujeres que, gracias a su participación en la lucha social, han contribuido a lograr cambios favorables en las condiciones de vida no solo para ellas sino de la sociedad en su conjunto. Su intervención ha propiciado cambios radicales de fondo, es decir, en la modificación substancial en algunos artículos del documento que regula los derechos y obligaciones de los mexicanos, la Constitución Política. Un ejemplo, el derecho a la mujer de votar y de ser votadas.
Afortunadamente, gracias a diversas investigaciones en los últimos años se han rescatando del anonimato a un sinnúmero de mujeres en cada uno de los estados del país, mismas que ya forman parte de la lista de luchadoras sociales y defensoras del género femenino muy reconocidas, como: Sor Juana Inés de la Cruz, Leona Vicario, Josefa Ortiz de Domínguez, Natalia y María del Carmen Serdán Alatriste, la tlaxcalteca Natalia Teniza Portillo, etc.
A la fecha de manera inédita, cuatro mujeres y un solo varón compiten para alcanzar la gubernatura del Estado de Tlaxcala. Será el 6 de junio del 2021 cuando a través del sufragio, la población decidirá quién gobernará a los tlaxcaltecas. Dos de ellas, al parecer, llevan la delantera. Una es Lorena Cuellar Cisneros mediante el “efecto” Obrador; la otra, Anabell Ávalos Zempoalteca a través del apoyo institucional de quienes ostentan el poder estatal. Las dos restantes, Viviana Barbosa Bonola y Eréndira Jiménez Montiel, además de Juan Carlos Sánchez García. Sin menoscabar sus posibilidades a las dos damas y al caballero, creo están lejos de competirles.
Aunque sabemos que en política nada está confirmado, recordemos cómo en elecciones pasadas, si el mayor número de votos no les favorecía a quien tenía y quería mantener el poder, hacían lo imposible para ello, incluso, hacer “caer el sistema” y todo resuelto. Espero no se realicen acciones similares que empañen los procesos electorales en el estado tlaxcalteca y en los demás estados de la República. Ojalá el INE y los institutos estatales realicen su trabajo con total imparcialidad.
En Tlaxcala, las candidatas para diputadas federales y estatales, presidentas municipales y presidentas de comunidad (sin minimizar a los candidatos masculinos), también tendrán una participación importante. En los últimos años, la mayor parte de la población está muy politizada y seguramente sabrá decidir si vota por quienes ayudarán a concretar los proyectos nacionales o por un proyecto político de continuidad estatal.
Quienes hasta el momento no propician una participación femenina es la iglesia. La autoridad en todos los niveles, desde el vaticano hasta la parroquia más pequeña, quienes ostentan los cargos de dirigencia son entes masculinos. Las religiosas (monjas) que se han “casado” con Dios, su participación ha sido de colaboración, asistencia y ayuda, más no de empoderamiento. Sin embargo, en el mayor número de órdenes religiosas femeninas, a la fecha, sus normas de enclaustramiento han cambiado radicalmente, dando apertura a la preparación académicamente de muchas de ellas, logrando grados de licenciatura, maestría y doctorado. Seguramente su concepción del mundo ha cambiado y en poco tiempo, espero, ocupen cargos de dirigencia y poder. Al fin de cuentas, son mujeres con todos los derechos y obligaciones similares a la de los hombres.
Por último, como sociedad hemos avanzado al reconocer la igualdad de género, sin embargo, aún nos falta mucho por lograr una sociedad más justa, igualitaria y equitativa. Este 8 de marzo conmemoremos, reconozcamos y valoremos la lucha que como género ha realizado la mujer por años y no la festejemos, es decir, no mantengamos el dominio masculino velado mediante un obsequio, desayuno, comida y peor aún, a través de un discurso sentimentalista: “eres la mejor de las mujeres cuando callas, soportas y aceptas la “cruz” que te tocó vivir”. La justicia en cuanto a derechos, obligaciones y sin distinción de género, es una aspiración de cualquier sociedad en el mundo o ¿usted qué opina?
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